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MENOS LOBOS, SEÑOR PRESIDENTE

¿Quién no recuerda al primo de Rajoy, aquél que dijo que si los científicos no podían predecir ni el tiempo que iba a hacer al día siguiente en Sevilla, mal podrían predecir cambios en el clima? El comentario hizo titulares, pues era cuanto necesitaba nuestro actual presidente para negar la existencia del cambio climático, ese fenómeno que ocho años después, con motivo de la cumbre de París, él mismo llamaría “el mayor reto medioambiental”.

Por desgracia, el desconocimiento de la ciencia en el mundo político no es algo excepcional, y si no baste con repasar el repertorio de declaraciones del recién electo presidente Trump sobre temas ambientales. Hace poco otro presidente, en este caso el del Principado de Asturias, se ha ufanado durante el Debate de Orientación Política de que “nunca hubo un ejecutivo tan decidido contra el exceso de población de lobos” como el suyo. Con esta declaración obviamente busca el favor del sector ganadero que reclama más muertes de lobos, pero la idea misma de un “exceso de población de lobos” es un contrasentido científico. La limitación natural de las poblaciones de los grandes carnívoros es uno de los conceptos fundamentales de la ecología. En los años ochenta circulaba un libro de divulgación ecológica de Colin Delinvaux cuyo título lo decía todo: “¿Por qué son escasas las fieras?”. Pero antes aún, en los setenta, los niños de mi generación leíamos con avidez la enciclopedia Salvat de la Fauna, donde se explicaba con amenos gráficos la estructura de la pirámide trófica, algo tan elemental que por respeto a la inteligencia y al tiempo del lector me niego a explicar aquí. Pero la conclusión es obvia: no puede haber tal cosa como una “plaga” de lobos: si algo ha aumentado desproporcionadamente en los montes seguramente sea la presencia de ganado no custodiado.

Pero, ¿cómo hemos caído tan bajo en el reconocimiento de las realidades científicas? Declaraciones como las que nos ocupan no son anécdotas, sino síntomas de un negacionismo ambiental generalizado, que cobró fuerza a finales del siglo XX. Ya entonces la población veía con impotencia y creciente angustia la incapacidad de los gobiernos para resolver los problemas ecológicos. Esto es un caldo de cultivo para el escapismo, porque es difícil enfrentar la realidad cada día cuando no hay soluciones a la vista, y el ciudadano de a pie en el fondo desea que le digan que la vida puede continuar como siempre porque de algún modo “todo irá bien”. ¿Qué más podían querer los intereses que se benefician de la destrucción ambiental? Allá por los años noventa algún periodista con ingenio de andar por casa acuñó el término “ecologeta”, que denotaba un giro nada casual en la percepción social del conservacionismo. Si los protectores del medio ambiente, hasta entonces percibidos como defensores del bien común, podían ya ser vistos como villanos, entonces entrábamos en un mundo de relativismo moral, caracterizado por la total ausencia de responsabilidad. Bienvenidos al imperio del negacionismo, donde no existe el cambio climático, ni la crisis de biodiversidad, ni la del agua potable, ni la bomba demográfica. Aquí podemos derrochar todos los recursos que nuestro bolsillo pueda pagar, porque todo se arreglará sólo con que dejemos funcionar a los mercados.

Actitudes como la del ejecutivo asturiano no son menos graves que negar el cambio climático. Seguir usando al lobo como chivo expiatorio es muestra de ceguera ante los problemas de la biodiversidad, de la cual el lobo es símbolo y guardián, pero también de ignorancia ante los problemas reales de la ganadería, o bien de total falta de intención de solucionarlos. Y es que aunque mañana el ejecutivo ejecutase a todos los lobos asturianos, los males de la ganadería serían igual de acuciantes que hoy, y de paso, se habría añadido otro agravio medioambiental a la larga lista que nos aqueja. Y entre tanto, la producción de carne se encuentra en una coyuntura por la que ya han pasado otros sectores: por un lado, llevamos años subvencionando la producción de excedentes de difícil acomodo en un mercado saturado por mercancías importadas a precios ridículos; por otro lado, diversas organizaciones internacionales nos advierten de que el consumo de carnes rojas y lácteos debe reducirse en los países occidentales por el bien de nuestra salud. Y además la proporción de tierras que se dedican a alimentar al ganado es insostenible, por no mencionar la contribución de la ganadería a los gases de efecto invernadero.

Nos guste o no, todos estos elementos apuntan en una dirección: el futuro va a deparar ajustes importantes en el sector ganadero, y esto es algo que tanto la administración como los sindicatos del ramo deberían reconocer y enfrentar, por el bien de las personas que viven de esa actividad. Pero en cambio lo que hacen es distraerlas agitando el espantajo del lobo y presentando a los conservacionistas como el enemigo a combatir. Y mientras los líderes perpetúan falsedades por interés propio, algunos seguidores se muestran casi demasiado dispuestos a creerlas.

Hay una faceta psicológica de esta negación de la realidad que va más allá de sus aspectos prácticos. Hace años lo definió magistralmente Ramón Grande del Brío en su libro más conocido, donde decía que sólo una sociedad patológica puede plantearse friamente el exterminio de una especie como el lobo ibérico. Y la patología de nuestra sociedad no es otra que la muerte de la sensibilidad, el embrutecimiento programado de la población para favorecer los intereses de una minoría cuyas vidas seguramente son menos envidiables de lo que imaginamos. Aquél libro, “El Lobo Ibérico”, se publicó en la misma colección que “Por qué son escasas las fieras”, colección que marcaba una época en la que divulgar los conceptos básicos de la ecología se consideraba una obligación cultural. Después vendrían los negacionismos diversos, pero ahora la información está en todas partes, y es casi tan fácil de encontrar como las mentiras. Hoy como ayer un buen libro de divulgación es nuestro mejor aliado para saber qué suelo pisamos. No esperemos a que nos cuente la ciencia el primo de Rajoy o quien sea que haya asesorado al presidente del Principado, porque la realidad del mundo natural es bastante más interesante que los cuentos que ellos nos cuentan. Así que por favor, menos lobos, señor presidente, menos demagogia y más ciencia.

 

Mauricio Antón

Vicepresidente de Lobo Marley

SOBRE LOS ATAQUES DE LOBO EN SAN MIGUEL DE LA RIBERA

Todos recordamos el cuento del pastorcillo que gritaba “que viene el lobo”, y su sencilla moraleja: si faltamos a la verdad demasiado a menudo, al final nadie nos cree. Pero ahora que el lobo se ha convertido en sinónimo de ayudas económicas, el cuento toma otro cariz, y tergiversar la verdad una y otra vez puede ser perversamente rentable. En el caso de los ataques de este verano en San Miguel de la Ribera (Zamora), parece que el cuento le está saliendo a cuenta a unos en votos, a otros en afiliaciones y a otros en euros, pero los ciudadanos y nuestro patrimonio natural estamos perdiendo de manera escandalosa.

Una explotación ganadera de esta localidad viene denunciando ataques de lobo desde el pasado mes de julio, con una reiteración cuando menos extraña. San Miguel de la Ribera se encuentra al sur del Duero donde el lobo es especie estrictamente protegida, pero las denuncias del ganadero, apoyadas por un sindicato del ramo, bastaron para que la administración de Castilla y León ordenase la muerte de un lobo, una medida excepcional que requeriría el cumplimiento de condiciones muy estrictas, como certificar que los ataques provienen de lobos y no de perros (ya sean éstos asilvestrados o no), y demostrar que la explotación contaba con las medidas preventivas razonables. Igualmente debería demostrarse que el ejemplar que se abate es realmente el causante de los daños, ya que estas medidas están supuestamente encaminadas a eliminar ejemplares “conflictivos”.

No sabemos si se cumplieron tales requisitos, pero a los pocos días de la denuncia se eliminó un lobo (una hembra reproductora, para colmo), con tal celeridad que difícilmente hubo tiempo meterial para que se cumpliesen. No obstante, al poco tiempo se repitieron los ataques, pero en vez de levantar sospechas en la administración sobre las condiciones de la explotación (o sobre la eficacia de la medida tomada) dichos ataques motivaron que se aprobase la eliminación “exepcional” de otro lobo, que fue abatido en la segunda mitad de agosto, y de paso atrajeron considerable atención mediática. Lo interesante de esta cobertura mediática, que incluyó un reportaje televisivo sobre la explotación ganadera en cuestión, es que ha puesto en evidencia las condiciones de la misma. Los medios de comunicación tienen sobre algunas personas el efecto de desatar su locuacidad, y en este caso el cúmulo de despropósitos reflejados en las declaraciones e imágenes es llamativo.

Un punto aparentemente positivo es la presencia de mastines en la explotación, pero el propietario reconoce que los tiene atados porque “se salen a la gente”, y además ironiza diciendo que “cuando entran los lobos, los perros se hacen los dormidos”. También parecería positivo a priori el hecho de que la explotación está vallada, pero un vistazo a las imágenes de las instalaciones sugiere que las vallas no son ni de lejos adecuadas para impedir el paso de los lobos, lo que queda confirmado cuando el propietario admite que sus perros “salen a la gente”; al fin y al cabo, si las vallas no impiden a los perros salir, malamente impedirán a los lobos entrar. En cuanto a la obvia posibilidad de recluir al ganado en el interior de la nave, el propietario confiesa que no lo hizo porque le parecía “ un desbarajuste”, aunque parece un desabarajuste mucho mayor el desplegar los recursos de la junta para matar a dos lobos protegidos con el dinero del contribuyente. ¿Y qué hay del seguro preceptivo que cubriría los ataques de lobo? Nunca lo suscribió.

Estos detalles que llaman la atención del espectador casual deberían hacer que la administración ejercitase mayor precaución ante las demandas de la explotación ganadera, y le exigiese el cumplimiento de unas condiciones mínimas. Nosotros deseamos que no cedan a las presiones continuadas de la explotación y del sindicato de turno que piden todavía más controles letales, pero por desgracia, los precedentes son nefastos y en este momento todo parece posible.

La gravedad de estos hechos no se reduce a la pérdida que significa haber matado a dos lobos, incluyendo una hembra reproductora, en una zona donde su conservación es totalmente prioritaria. Lo que resulta más desalentador es comprobar que la administración mantiene una actitud de permisividad frustrante hacia el fraude, y que no sólo se salta la letra y el espíritu de la Directiva Hábitats sino que se gasta a la ligera el dinero de todos en satisfacer las demandas de explotaciones que obviamente no tienen especial intención de cumplir con su parte del pacto para la conservación del patrimonio natural.

Por otro lado, este episodio nos lleva a cuestionar una vez más la eficacia de los controles letales. Consumada la muerte de dos ejemplares, comprobamos claramente que no ha cumplido ninguno de sus supuestos objetivos:

1.- No se ha eliminado el problema de los ataques. De hecho, al matarse primero a la hembra reproductora se ha conseguido una desestructuración máxima de la manada, que, si acaso, aumenta las probabilidades de nuevos ataques, y además demuestra que la presunta condición “selectiva” de estas matanzas es pura ficción.

2.- No se ha moderado la hostilidad social hacia el lobo. En realidad, cuando la administración se muestra tan proclive a matar lobos y presenta esas muertes como la solución a todos los problemas, se está abonando la tendencia a exigir que se maten más y más.

Entre sus declaraciones, el propietario de la explotación de San Miguel de la Ribera exige sin rubor que no haya lobos o se los confine en reservas. Tales demandas son ilegales e inmorales y los actores involucrados en este desaguisado, desde los sindicatos y las explotaciones hasta la administración que les hace guiños permanentes, lo saben perfectamente, pero las usan como un elemento más de presión en el tira y afloja por los recursos del erario público. Esta miseria moral que sólo entiende las cosas en términos de dinero está radicalmente en contra del pundonor y la ética del oficio ancestral de la ganadería. Nada más lejos de nuestra intención que “criminalizar” a un sector al que siempre hemos respetado, y por eso pensamos que corresponde a la mayoría de ganaderos honestos el señalar a la minoría negligente y así limpiar el buen nombre de la profesión. De lo contrario se corre el riesgo de que la sociedad termine por no distinguir al pastorcillo que gritaba “que viene el lobo” de los que al menos esperan a ver antes de gritar.

 

 

El equipo de Lobo Marley

COMUNICADO DE LOBO MARLEY SOBRE EL NUEVO PROYECTO DE LEY DE MONTES Y ORDENACIÓN FORESTAL DEL PRINCIPADO DE ASTURIAS

Asturias Lobo2016COMUNICADO DE LOBO MARLEY SOBRE EL NUEVO PROYECTO DE LEY DE MONTES Y ORDENACIÓN FORESTAL DEL PRINCIPADO DE ASTURIAS.

Un nuevo proyecto de ley se presentará en septiembre ante el parlamento asturiano. Se trata de una modificación de la Ley 3/2004, de 23 de noviembre, de Montes y Ordenación Forestal del Principado de Asturias, en concreto de los artículos 66.2, articulo 90 apartado 2, párrafo g) y el artículo 91, apartados 1 y 2, párrafo g). Esta reforma de ley ha sido aprobada para debate con el apoyo de PP, PSOE, IU, Ciudadanos y foro Asturias, y con la única abstención de Podemos.

 

En resumen, esta reforma plantea lo siguiente: tras un incendio forestal, ya no se podrá acotar al pastoreo, como se venía haciendo para permitir que el bosque se regenere. Se anularán todos los acotados existentes, y se eliminará del régimen sancionador el poder sancionar cuando el ganado este pastando en las zonas afectadas por el incendio. Además todos los expedientes sancionadores en curso se anularán.

 

¿Cómo es la ley en las comunidades autónomas próximas? En Galicia tras un incendio forestal, hay una prohibición automática de pastoreo por dos años, y en Castilla y León por cinco. En Asturias, hasta ahora, tras un incendio forestal, había que instruir un expediente y se podía acotar si era preciso, por un tiempo de entre uno y cinco años. Recordemos también que en los últimos 10 años en Asturias, alrededor del 90% de los incendios han sido provocados. Sin ir más lejos el pasado mes de diciembre y princios de enero, más de 100 incendios forestales simultáneos provocados en su gran mayoría intencionadamente para incrementar los pastizales según investigaciones del SEPRONA y de la Fiscalía de Medio Ambiente, asolaron la cornisa cantábrica con perdida incluso de vidas humanas. En lugar de endurecer con sanciones y restricciones más severas a los culpables, la reforma propuesta pretende anular todas las medidas disuasorias y dejar vía libre a determinados segmentos del sector ganadero para quemar el monte a su antojo y ya con total impunidad, premiando y estimulando «el cerillazo», e indirectamente fomentando la tolerancia social hacia el fuego.

 

Asturias acumula el 45% de los siniestros de toda España según datos del MAGRAMA. Mientras que en todo el país el 54,7% de los fuegos son intencionados, en el noroeste ese porcentaje crece hasta el 71%, de los que la gran mayoría, paradójicamente, se dan en invierno, época no en vano, en la que el ganado suele estar ya recogido.

Si esta reforma sale adelante, las tierras quemadas podrán ser pastadas, destruyendo así la posibilidad de regeneración de la masa forestal, pero además se considerarán susceptibles de recibir subvenciones de la PAC.

 

Esta propuesta de reforma de ley nos habla del poco interés en la conservación del medio rural que tiene la mayoría de los partidos políticos representados en Asturias, y demuestra hasta que punto dichos partidos están cautivos de determinada ganadería anti-conservacionista. Una vez más se opta por adoptar medidas que agravan en vez de resolver los problemas que surgen por el abuso de nuestro patrimonio natural, pero detrás de este sinsentido se oculta no sólo la tentación del voto fácil, sino ese filón económico que son las subvenciones de la PAC.

 

El principado de Asturias alberga algunos de los más bellos parajes naturales de nuestro país, y da cobijo a auténticas joyas de nuestra fauna ibérica, y nosotros somos responsables de que esa simbiosis «natural», desgraciadamente ya alterada por el hombre, siga en pié y funcionando para que nuestro patrimonio cultural y natural se mantenga en equilibrio. No podemos permitir de ninguna manera que se apruebe una reforma de ley que no sólo va a despenalizar sino a incentivar la quema intencionada de nuestros montes. La formula ya está hecha: bosque quemado= subvención PAC+ futuro prado para pasto. Si escuchamos en silencio, se puede oír el frotar de manos de algunos interesados. Nosotros estamos aquí para dejar claro que este país quiere un patrimonio natural con sus sotobosques y sus sistemas internos. Con sus linces, sus osos y por supuesto, sus lobos. Destruir el sotobosque es un crimen medioambiental en potencia que NO PUEDE quedar impune, ya que se estaría destruyendo un lugar lleno de vida, donde nuestra fauna se cobija, se alimenta y crea eso que nosotros llamamos naturaleza. La reforma de ley propuesta, además de ir en contra del interés general frente al particular, contraviene aún más las políticas y compromisos de España en favor de la lucha contra el cambio climático, los cuales exigen fomentar la recuperación de los bosques autóctonos, siendo además nuestro país el más afectado por el cambio climático en toda la UE.

 

No queremos ver a Asturias arder otra vez. El mundo rural necesita pequeños proyectos sostenibles de explotación forestal para tener bosques sanos con unos niveles de biomasa que aseguren una buena estructura de aguante en caso de incendios, y también necesita que se siga potenciando el turismo rural para acercar a las personas a la naturaleza. El sector ganadero no se va a salvar quemando montes. La propuesta de reforma de ley de los acotamientos es completamente contraproducente e innecesaria.

 

ZORRO: LA MATANZA SILENCIOSA

Un día sí y otro también los defensores el lobo escuchamos el mismo argumento: si tan sólo nos callásemos y dejásemos de exigir la protección del lobo ibérico, los que lo quieren muerto se olvidarían de él y dirigirían su saña contra algún otro objetivo. Así por fin las cosas volverían a estar tan “bien” como antes. ¿Tendrán razón? Para comprobarlo objetivamente convendría, por ejemplo, que existiese otra especie de cánido salvaje al que unos quisieran matar por diversión y otros por atribuirle daños a los intereses humanos, pero sin que ninguna organización denunciase su situación ante la sociedad. Si existiera esa especie, podríamos comprobar si el ensañamiento se producía incluso en ausencia de la “provocación” conservacionista.

 

Obviamente, esa especie existe, y se trata del zorro, el astuto cánido al que Félix llamaba cariñosamente “Maese raposo”. El zorro se encuentra en el lugar al que algunos quieren llevar al lobo ibérico: especie cinegética, sujeta a “gestión” de las autoridades y disponible en una auténtica barra libre para los que hacen de su muerte un pasatiempo. Eso sí, sin mayor conflicto social a su alrededor. ¿Cuantos zorros se matan en este país cada año? Nadie lo sabe, pero podemos resumirlo con la frase “todos los que se puede”. No hay cupo para su caza, y básicamente se dispara a cada ejemplar que se pone a tiro. Y a los que no se dejan ver se les mata por métodos legales e ilegales de “control de depredadores”, incluyendo entre los primeros diversos tipos de lazos y entre los segundos el veneno de toda la vida. Cualquiera que desee alegrarse el día con una buena colección de imágenes de crueldad y exhibicionismo medieval que teclée en Google “caza de zorro con perro”. Los zorritos muertos cuelgan por docenas, del hocico o del rabo, como proscritos ahorcados y exhibidos en alguna época siniestra de nuestro pasado, mientras el perro y sus orgullosos dueños posan ante la cámara. Hasta hay cuadrillas que se ofrecen por internet a “limpiar de zorros tu coto totalmente gratis”, simplemente por el placer de hacerlo. ¿Qué ocurriría si el día de mañana se generase un movimiento social de defensa del zorro? ¿aumentaría la saña contra el pequeño cánido? Francamente lo dudo. Tal vez las imágenes de las matanzas se exhibirían con afán más desafiante, y el periodismo amarillista las sacaría de las redes sociales para ponerlas a circular en los medios como muestra de un “conflicto” que les vendría de perlas para arañar unas migajas de audiencia. Pero al zorro ya es difícil tratarle peor.

 

¿Cómo puede el raposo sobrevivir bajo tal castigo permanente? Las claves de su supervivencia son precisamente las cualidades que le diferencian del lobo. El zorro representa una fase anterior de la evolución de los cánidos, un modelo más adaptable y generalista que resiste mejor en tiempos de crisis. Los lobos, como los licaones y los cuones, son los representantes de esa familia más especializados para la caza de grandes presas, para lo que han desarrollado sistemas sociales más complejos, y esa especialización los hace más vulnerables ante el acoso humano. El zorro en cambio ha mantenido la talla pequeña, la dieta más omnívora y la sociedad más restringida propia de los cánidos primitivos, por no hablar de su astucia proverbial. De hecho, cuando se les causan bajas cuantiosas, los zorros reaccionan aumentando el tamaño de las camadas, con lo que mantienen la densidad. Los zorros y sus presas llevan millones de años evolucionado en los ecosistemas holárticos y ajustándose mutuamente, por lo cual el depredador nunca va a empujar a la extinción a su presa. Otra cosa es que los humanos quieran mantener densidades artificialmente altas de las especies que les divierte matar, soltando por ejemplo perdices críadas en cautividad y especialmente vulnerables a la depredación. En todo caso, si hay un factor que está afectando a las poblaciones de lo que se llama “caza menor” no es la acción de los zorros, sino las prácticas agrícolas agresivas que arrasan cada vez más la biodiversidad de nuestros campos. Al final, el principal efecto de las campañas de “control” es mantener al zorro en un estado de estrés perpetuo, que le hace más vulnerable a padecer enfermedades como la sarna y aumenta con ello el potencial de conflicto con el ser humano. Pero la actual política de “manejo” del zorro tiene otros efectos que nunca aparecerán en los informes de sus gestores: el primero es una cantidad astronómica de muertes gratuitas, cruentas y absolutamente evitables; y el segundo es una extraña satisfacción en sectores de la población que experimentan esas matanzas como ocio deportivo, como protección rutinaria de su negocio o incluso como justo castigo a las fechorías de Maese raposo. Algún cínico juzgaría que los miles de zorros masacrados cada año son un precio barato a pagar a cambio de esa “paz social”. Pero para muchos gestores del patrimonio natural el único hecho relevante es que el zorro aguanta el embite y si su población no está en peligro de extinción inminente, entonces no hay nada de qué preocuparse.

 

Esta visión fría y productivista de la biodiversidad tiene hondas raíces en nuestra cultura: ya el Antiguo Testamento sentó las bases al decir que todos los animales de la Tierra estaban para servir al hombre. Con el tiempo en Oriente surgieron movimientos como el budismo, que denostaban el sufrimiento evitable de cualquier ser vivo, pero en Occidente la estrategia favorita de los filósofos fue eludir la responsabilidad por el daño que hacemos a los demás. Y es que para una sociedad que ha negado la condición humana a personas de otras razas, a infieles, o incluso a las mujeres, justificar los abusos sobre cualquier otra especie es pan comido. Descartes y sus discípulos torturaban a animales domésticos y acallaban su conciencia aduciendo que los chillidos de la criatura no eran muestras de dolor sino más bien los chirridos de una máquina estropeada. Hoy, nuestra autojustificación usa estrategias más sofisticadas, principalmente la de quitar toda relevancia científica al individuo, que es quien vive, sufre y muere. Desde el punto de vista de la biología se pone el énfasis en escalas distintas a la del individuo, ya sea en una escala menor (“lo relevante evolutivamente son los genes, que definen la especie”), o en una escala superior (“lo relevante ecológicamente es la población”).

 

Ante cualquiera de estos enfoques la matanza de incontables zorros es irrelevante, y la necesidad de regir el comportamiento humano por algún tipo de ética es algo que no afectaría al frío ojo de la ciencia. Todo asomo de empatía se caricaturiza comparándola con las fantasías de Walt Disney, como si reconocer nuestra obvia afinidad con los demás pobladores del planeta fuese una ridícula muestra de infantilismo. Sin embargo la empatía y la sensibilidad ambiental serán esenciales en el futuro cercano para poner freno a las diversas modalidades de autodestrucción social y ambiental que tenemos en marcha. Por otro lado, la relevancia del individuo en la evolución de especies complejas tales como los carnívoros es una realidad cada vez más patente. En el estudio de la evolución se habla desde hace años de “behavioural leads” o “guías de comportamiento”, un fenómeno que implica que los cambios en el comportamiento se pueden adelantar a los cambios genéticos y de hecho crear el contexto adecuado para que las mutaciones adecuadas se seleccionen en el futuro. Así, las innovaciones desarrolladas por un individuo pueden tener consecuencias de largo alcance para toda la especie, algo que a los humanos debería resultarnos familiar. Los ejemplos son múltiples y fascinantes, pero a nuestros efectos lo relevante es que en animales tan sofisticados como los zorros, el individuo sí importa.

 

Está claro que la naturaleza es dura y aún sin intervención humana los zorros mueren por diversas causas, pero eso no nos exime de responsabilidad cuando los aniquilamos inútilmente. También los humanos estamos destinados a morir y no por ello sería aceptable abrir la veda para matar al vecino por cualquier diferencia de opinión o por falta de mejor cosa que hacer. La condición humana es en parte un bagaje genético, pero humano lo que se dice humano, no sólo se nace, sino que se hace cada día, tomando las opciones que nos dignifican y no las que nos degradan. Y el trato que damos a nuestros zorros, por no mencionar a nuestros lobos, no es precisamente dignificante.

 

Mauricio Antón

Vicepresidente de Lobo Marley

SUPERSTICIONES, GRAJOS Y LOBOS

El chotacabras es un ave nocturna que recibió su sonoro nombre en los tiempos en que la gente le atribuía la insólita costumbre de mamar de las ubres de las cabras. Hoy sabemos que se trata de un ave insectívora vital para el ecosistema, pero imaginemos por un momento que una parte de la población aún creyese en la superstición medieval y se pidiesen “controles” para proteger a las cabras, ¿Qué actitud debería tomar la administración? ¿Deberían matar al menos unos pocos chotacabras, en un intento de mantener la concordia? Lo cierto es que hoy en día la ignorancia sigue atribuyendo comportamientos imposibles a otros animales, como meloncillos y buitres, retratándolos como azotes del ganado, pero la más reciente y sorprendente leyenda es la de los grajos asesinos, un alarde de imaginación digno de una película de Hitchcock. Un colectivo de ganaderos de ovino de la provincia de Burgos se ha quejado de que los “grajos” (denominación coloquial con la cual seguramente se refieren a las grajillas, o tal vez a grajas o cornejas) están matando ovejas en sus explotaciones. Esto sería una muestra casi entrañable de colorido local si no fuese porque los sindicatos agroganaderos se han apresurado a hacerse eco de la superchería y la han convertido en reivindicación, exigiendo a la consejería de Medio Ambiente de la junta de Castilla y León que “controle esta especie”. ¿Debería acaso la junta matar grajillas para aplacar a los sindicatos, aunque estemos ante observaciones tan carentes de base como las que valieron su nombre al chotacabras?

No es menos grotesco lo que está ocurriendo con el meloncillo en otras zonas de España, donde se acusa a este herpéstido de matar ovejas y hasta vacas. Cualquier zoólogo sabe que la dieta de las mangostas, incluyendo al meloncillo, se basa en el consumo de invertebrados, reptiles, anfibios y pequeños mamíferos, y que el ataque a grandes ungulados es simplemente una imposibilidad biológica. Pero esto no impide que la prensa local olvide todo atisbo de rigor periodístico y publique los relatos más inverosímiles, convertidos por los sindicatos en leña para el fuego de la perpetua reclamación de “controles”. Ahora bien, cuando los mismos medios que publican historias sobre grajos, buitres y meloncillos sedientos de sangre nos bombardean con incontables relatos sobre ataques de lobos, ¿cuánta credibilidad les podemos dar?

Lo cierto es que ante la ignorancia, bien o mal intencionada, caben dos respuestas: combatirla mediante la educación, o “dialogar” con ella en plano de igualdad. Por desgracia, desde la administración y desde algunos sectores del conservacionismo parece que se ha impuesto la segunda opción. Hace tiempo que se predica y se practica una supuesta equidistancia en la conservación de los carnívoros y en particular del lobo, y aquí entra en juego una peligrosa vertiente “social” de la política medioambiental. Se dice que la gestión de los carnívoros siempre será un tema conflictivo, y que por lo tanto hay que “ceder” ante las demandas de controles letales. Aun cuando se ha demostrado científicamente que matar lobos no disminuye sino que aumenta el número de ataques al ganado, se siguen sacrificando numerosos ejemplares en el altar de la ignorancia, para aplacar la desazón social.

Pero los hechos son tozudos. Aunque en España se están matando lobos desde hace décadas en un intento de apaciguar el malestar, no hay ningún indicio de que estos sacrificios estén creando la paz que se perseguía. Al contrario, cuando se percibe que la administración responde a las demandas con más matanzas, el siguiente paso es pedir aún más, como estamos viendo: el exterminio local y las siniestras “zonas libres de lobos”. Al aceptar negociar con la ignorancia hemos creado un monstruo insaciable que se alimenta del conflicto continuo. Los administradores de nuestro patrimonio natural se parecen a aquellos sacerdotes aztecas que pedían sacrificios humanos para propiciar a los dioses de la lluvia, y cuando no funcionaba, concluían que los dioses aún no estaban satisfechos y exigían aún más muertes.

Aún no es tarde para remediar estos entuertos. Desde las redacciones de la prensa regional se puede exigir profesionalidad a los periodistas. Desde las administraciones se puede recuperar la confianza en que las personas, si se les informa y se les respeta, pueden dejar atrás la ignorancia. Y desde el conservacionismo se puede abandonar la psicología del rehén y exponer los hechos con honestidad, en lugar de tratar a los paisanos como niños irritables a los que no se pueden contar las realidades de la ciencia porque no las entenderían. Claro que las pueden entender. Asumir que la ignorancia ha venido para quedarse y renunciar a remediarla es la muestra más flagrante de una mentalidad retrógrada y reaccionaria, cuando no un indicio del afán de utilizar esa ignorancia con fines demagógicos. La educación es una labor larga y esforzada, pero es la única garantía de progreso real, en asuntos de conservación y en todos los demás. Y matar lobos no puede ser la alternativa a la educación ambiental, aunque para una administración oportunista resulte, desde luego, bastante más fácil.

 

Mauricio Antón

Vicepresidente de Lobo Marley

DEFENDIENDO AL LOBO SIN COMPLEJOS

Este 13 de marzo en la Puerta del Sol la sociedad lanzó un mensaje muy claro: queremos al lobo ibérico vivo y protegido, y lo queremos ya. Pero en Lobo Marley, al tiempo que nos alegrábamos por esta fiesta de la participación ciudadana, nos temíamos que los ataques de las fuerzas de la parálisis social nos iban a llegar en breve. Sabíamos que, donde la mayoría vemos un caudal de fuerza e idealismo, otros verían la ocasión de sembrar dudas y cizaña. Y en efecto, en medio del torrente de ilusión por la defensa del lobo que domina las redes sociales desde el domingo, detectamos mensajes amargos que no parecen tener más propósito que poner varas en las ruedas del cambio, y nos hacen recordar porqué en este país algunas cosas parece que no cambian nunca.

 

Un ejemplo es el artículo titulado “De Lobos y Toros” publicado en un blog asociado a la revista “Vanity Fair”. Aunque el autor presume de querer “el lobo vivo, por supuesto”, en seguida pasa a acusar a Lobo Marley de “miserable” y “canalla” a cuento de un texto publicado en nuestras redes tiempo atrás. En aquél texto se planteaba la ambigüedad de algunas reivindicaciones ganaderas, y es posible que su retórica no fuese la más políticamente correcta. Cada articulista se mueve dentro del margen de maniobra de su propio estilo, cosa que el bloguero en cuestión sabrá valorar mejor que nadie. En todo caso, desde Lobo Marley como asociación queremos expresar, una vez más, nuestra comprensión hacia el sufrimiento de aquellos ganaderos que, después de haber tomado las medidas preventivas de rigor, puedan padecer el ataque del lobo sobre su ganado. En nuestras filas militan ganaderos responsables, y nuestra postura oficial a favor de la convivencia entre el pastoreo y el lobo es bien conocida. De hecho abogamos por un pacto territorial que estimule eficazmente esa convivencia. Pero hablamos, eso sí, de una ganadería sensible hacia el medio ambiente y el bienestar animal, y no de una explotación sin escrúpulos de nuestro patrimonio.

 

Pero el desacuerdo del bloguero con el texto en cuestión sólo es el punto de partida para desatar un argumento mucho más tóxico: la consabida descalificación de cualquier reivindicación conservacionista acusándola de provenir de “ecologistas de salón”. Este mote despectivo se viene aplicando a prácticamente cualquier persona preocupada por el medio ambiente, por la mera razón de que viva en una ciudad como le ocurre, lo quieran o no, a la gran mayoría de los habitantes de Europa occidental. El fundamento de esta acusación, según la cual habitar en una urbe inhabilita a cualquier ciudadano para reclamar que se cuide su patrimonio natural, es tan patético que nos asombra que un tópico tan grosero se pueda repetir impunemente en pleno siglo XXI.

 

Fomentar esta falsa dialéctica, que busca crear un conflicto entre dos mundos profundamente interconectados como son el campo y la ciudad, es una manera perversa de matar el tiempo por parte de alguien que cobra por jugar con las palabras. Pero aún más lamentable es el tópico del que hace uso en los últimos párrafos de su ocurrencia literaria, cuando, tras mostrar la imagen sangrienta de una res semidevorada, invita a sus lectores a pensar: “¿Imagina usted que en su trabajo le sucediese algo similar?”. Este llamamiento es tan absurdo como demagógico. Por supuesto que eso es algo que todos hemos imaginado alguna vez, y es la razón por la cual cada tendero compra candados para su negocio, y cada taxista tiene que dejar su coche cerrado y aparcado cuando se va a su casa a descansar.

 

El bloguero admite que él no acudió a la manifestación, lo cual es patente por el desconocimiento desde el cual profiere sus descalificaciones. Si hubiese estado allí, sabría que 230 agrupaciones, incluyendo a los pesos pesados de la conservación en España, no se suman a la ligera a una concentración como ésta. Sabría que el acto generoso de acudir a Madrid desde el campo o la ciudad, desde Zamora, Galicia, Portugal o Francia para defender lo que es de todos y de nadie al mismo tiempo, le da a los manifestantes una autoridad moral a la que él nunca podrá aspirar. El artículo concluye con una propuesta casi angelical: “que ganaderos, administración y conservacionistas trabajen juntos”. ¿Piensa acaso el autor que los que acudimos a la manifestación deseamos algo distinto? El recurso de invitar a la concordia para dar a entender que los demás no la queremos es un truco simple pero de peligrosa efectividad.

 

Puede parecer desproporcionado que dediquemos tanto espacio a un producto literario de segunda como el que nos ocupa. Sin embargo, por la manera superficial en la que repite los tópicos más retrógradas contra el compromiso medioambiental, ese artículo resulta ilustrativo. Una vez que la sociedad se ha expresado con la contundencia con que lo hizo el 13M, es previsible que veremos muchos más ejemplos de esta retórica barata. Este bloguero es sólo uno entre muchos que usan las mismas tácticas, y es importante que sus efectos no nos pillen desprevenidos. Tenemos un largo y laborioso camino por delante, y piedrecitas como ésta las vamos a encontrar una y otra vez. ¡Que no nos hagan tropezar!

 

 

El equipo de Lobo Marley

 

UN MENSAJE DE AGRADECIMIENTO DESDE LOBO MARLEY

20.000 personas Puerta del Sol Madrid Lobo Marley

El domingo 13 de marzo, todos juntos conseguimos lo que parecía imposible, y desde Lobo Marley queremos trasladaros nuestra alegría por la confluencia, física y en la distancia, de tantos defensores del lobo.

Es imposible plasmar en palabras las emociones vividas al sentir esas más de 20.000 voces aullando y reafirmando aún más nuestra determinación en la defensa del lobo. Ayer, en el aniversario del fallecimiento de Felix Rodríguez de la Fuente, nos sentimos con más fuerza que nunca para llevar el testigo de su gran labor.

El lobo no conoce de fronteras ni de banderas; es un ser indómito, icono de libertad, esencial en nuestro planeta y ecosistemas, como bien saben en Ecologistas en Acción, WWF y las más de 230 entidades que apoyaron este acto olvidando divergencias, con un objetivo común; marcar el pulso actual de nuestra sociedad.

Estamos satisfechos de que, junto a tantas entidades conservacionistas de nuestro país también acudiesen agrupaciones extranjeras, como Ferus (Francia) y Zoological (Portugal), que además de a sus respectivos países, también representaban, junto a Lobo Marley, a nuestra “Alianza Europea para la Conservación del Lobo”. Y nos alegra enormemente que también encabezasen esta marcha dos fuerzas políticas: Pacma y Equo, que han sido claro ejemplo de captación del sentir de los ciudadanos, de ese pulso social. Y es que la defensa del lobo ya no es una opción, sino que es un deber.

Confiamos en que pronto junto a Equo y Pacma se aúnen más esfuerzos para que el lobo tenga la consideración y protección que por ley natural le pertenece, porque por él fuimos multitud el domingo 13, pero mañana seremos legión.

¡¡Lobo Vivo, Lobo Protegido!!

El equipo de Lobo Marley

15 de marzo de 2016.

‪#‎LoboProtegidoYa‬

LEGISLAR AL SERVICIO DEL MAL

Déjeme que le invite a pensar en la última vez que se gastó 10.000 euros de un tirón. Para personas como usted y como yo eso significa que estaba dando la entrada del piso, o puede que se tratase de algo menos agradable, tal vez un gasto relacionado con problemas de salud en la familia. Pero hay personas que no pestañean al hacer un gasto comparable para darse el gusto de acribillar a tiros a un lobo ibérico y colgar su cabeza disecada en el salón. Sobre esas personas sabemos dos cosas sin tener que preguntar: una, que no pasan por los apuros económicos que usted y yo pasamos; y dos, que no comparten nuestros conceptos de la empatía y el respeto por el patrimonio común. Pero lo que a veces olvidamos es que estas personas suelen tener línea directa con los despachos en los que se hacen las leyes que nos rigen a todos. Y un ejemplo sangrante se ha producido hace bien poco.

 

Uno de los espectáculos menos edificantes que hemos visto en tiempos recientes es la matanza de lobos a traición, cebándolos para poderles disparar desde las “casetas de la muerte”. Cuando estas prácticas se hicieron conocidas, las autoridades de Castilla y León tuvieron que aguantar con sonrojo que la ciudadanía las señalase por permitir una actividad tan inmoral como ilegal. En aquel momento trataron de buscar resquicios formales que demostrasen que semejante aberración era legal, pero recientemente han terminado por admitir que no lo era. Y no lo han reconocido valientemente y dando la cara, sino mediante una triquiñuela: intentando hacerlo, súbitamente, legal.

 

Y es que a mediados del pasado mes de enero aparentemente se informó a los propietarios de cotos de caza con lobos en Castilla y León de que, a partir de ese momento, la Junta autorizaba el uso de productos atrayentes para la caza en espera del lobo, incluyendo los restos de ungulados silvestres o de animales domésticos. Algo que podemos calificar sin temor a exagerar como legislación a la carta al servicio de una minoría influyente, y a costa del patrimonio natural de todos. Es muy factible que esta resolución acabe demostrándose, a su vez, ilegal, pero mientras tanto permitirá que un número intolerable de lobos sean ejecutados con esta modalidad abyecta, no sólo contraria a la sensibilidad de cualquier persona cuerda, si no también a los principios básicos de deportividad en la caza.

 

Por desgracia no vivimos en un mundo en el cual baste con tener razón para que a uno se le haga caso. Y por ello el silencio de los que nos indignamos sin levantarnos del sofá se convierte en cómplice de los que retuercen la ley a su antojo. La batalla por defender el patrimonio de todos no es tal cuando uno de los ejércitos se queda en casa; lo que hay es un estado de sitio. Y los que valoramos el patrimonio natural en general, y al lobo ibérico en particular, llevamos demasiado tiempo sitiados. Pero nuestra lucha no es contra nadie, es en defensa del lobo. Se está sembrando interesadamente el odio al lobo, para impedir una protección que perjudicaría al negocio de unos pocos y dejaría a otros sin excusas para fomentar un conflicto que les permite pescar en aguas revueltas. Y sembrar el odio es desproporcionadamente fácil, porque el odio se convierte en un pasatiempo poco exigente para la mente, y en un socorrido pegamento social a falta motivaciones más profundas para luchar por el bien común. En cambio, sembrar la apreciación más profunda de la naturaleza es una labor ingente, y también es un deber de esas administraciones que, de momento, prefieren servir a los saqueadores del patrimonio natural.

 

Por eso debemos acudir en masa a la manifestación del 13 de marzo en Madrid y exigir la protección total del lobo. Los que legislan al servicio del mal lo hacen en parte bajo la presión particular de minorías capaces de pagar pequeñas fortunas por abatir un lobo, pero también empujados por el ruido mediático organizado alrededor de un conflicto inflado artificialmente. Pero si la mayoría silenciosa de ciudadanos sensibles e informados comenzamos a dejar oír nuestra voz, al menos empezará a haber dos bandos en esta lucha. Y por fin los legisladores tendrán una razón para legislar a favor del bien común. Mientras eso no ocurra, preparémonos para ver mucho más de lo mismo.

 

Mauricio Antón

Vicepresidente de Lobo Marley

LOBO MARLEY: BREVE BALANCE DE GESTIÓN DEL AÑO 2015

2015 lmLa siembra nos puede parecer el acto más rutinario del mundo, y sin embargo requiere una dosis de paciencia y un pequeño acto de fe, porque hasta donde podemos ver, lo que estamos haciendo es simplemente sepultar las semillas en la tierra. Si se nos permite usar un símil un poco facilón, lo mismo ocurre cuando se siembra la semilla del cambio en la sociedad. Hay que mirar hacia el futuro y confiar en que los procesos sigan su curso, porque si sólo miramos al presente el panorama no es siempre prometedor: a veces parecería que estamos cogiendo lo más valioso que tenemos y arrojándolo a un agujero en la tierra.

Hace ya tres años que Lobo Marley inició su andadura, y durante algún tiempo la semilla que sembramos permaneció en el surco sin dar muchos signos de ir a germinar. Las organizaciones conservacionistas más curtidas veían con desconfianza las propuestas de nuestra asociación, tildándolas de demasiado ambiciosas, e incluso de radicales. Pero en poco tiempo fuimos encontrando un apoyo cada vez mayor de la sociedad, de esos ciudadanos de a pie que son el destinatario de nuestros esfuerzos, los legítimos propietarios del patrimonio natural vivo de este país, y al mismo tiempo nuestra fuerza más importante. Y ahora que entramos en el cuarto año de nuestra andadura, empezamos a ver con más claridad los signos de que la planta está brotando. Nuestra presencia en las redes sociales se afianza y crece cada día; continuamente se suman nuevos socios a nuestras filas; nuestro mensaje llega más allá de nuestras fronteras, despertando el interés y el apoyo de personas e instituciones en el extranjero; y, finalmente, vemos signos de que el mundo del conservacionismo en nuestro país empieza a aceptar como suya la propuesta que constituye la esencia de nuestra lucha: el lobo ibérico debe gozar de protección estricta por ley en toda la península. No podemos conformarnos con menos por una razón muy simple: el lobo es la cúspide de la pirámide ecológica, y el mantenedor del equilibrio de todo lo que está por debajo, desde los corzos hasta los bosques, la hierba y los ríos. Devolver la salud a esos ecosistemas, y permitir que se autorregulen y recuperen su productividad natural ha dejado de ser el sueño de algunos ecologistas: ahora es una demanda ciudadana, y una condición inexcusable para que todos podamos disfrutar no sólo de una calidad de vida digna, sino de unas expectativas realistas de supervivencia a largo plazo para la humanidad y su entorno.

En este 2015 que ha terminado, la lucha ha sido continua, con sus triunfos y sus sinsabores. Vosotros habéis estado a nuestro lado en todo momento, así que no hace falta que os relatemos cada una de las batallitas en las que hemos lidiado, pero sí os queremos ofrecer un resumen de algunos de los hitos que han marcado este año.

A lo largo de 2015, la presencia internacional de lobo Marley ha seguido creciendo y consolidando su actividad, al objeto de por un lado, internacionalizar nuestra causa y visivilizar lo más posible las muertes ilegales y el incesante acoso que por parte de la Administración sufre el lobo ibérico en España; profundizar cada vez más en la creación de Alianzas supranacionales para unir esfuerzos, y en tercer lugar, llevar la defensa estricta del lobo ibérico ante la Unión Europea.

Estos tres objetivos se han abordado satisfactoriamente, en primer lugar con la colaboración de Lobo Marley con una productora Norteamericana que trabaja para National Geographic y con la cual estamos trabajando desde 2014 para contarle al mundo la historia de los lobos indultados por todos vosotros: Almeida y Viriato, así como para mostrar la difícil situación que atraviesa el lobo en la Península debido a los incoherentes contrastes legislativos tan contradictorios entre sí, que padece el lobo en zonas fronterizas con Portugal, y de una Comunidad Autónoma a otra, dilapidando ingentes recursos económicos del contribuyente español, portugués y europeo, y condenando al lobo ibérico a la endogamia permanente en el norte de España, y al riesgo de la extinción, en lugar de a su recuperación en el sur.

En ese sentido, y de la mano de nuestros compañeros en Portugal, y nuestros nuevos socios en Francia, a mediados de este año pasado, anunciábamos la creación a propuesta de Lobo Marley de la Alianza Europea para la Protección del Lobo,

www.facebook.com/European-Alliance-for-Wolf-Conservation-771954562908834/?fref=ts

Esta Alianza estratégica inicia su actividad de forma ya constante y creciente en este año 2016, buscando como objetivo común la unión de todas las organizaciones e Instituciones europeas que defiendan al igual que nosotros, la protección estricta del lobo como pieza fundamental del equilibrio de los ecosistemas, y como especie que de forma natural regula cualquier exceso de ungulados o de epidemias en la fauna silvestre, al tiempo que es autoreguladora de su propia demografía, siendo por tanto contraproducente y nociva a todos los niveles su caza, o los controles letales de cualquier tipo como demuestran cada vez más los estudios científicos.

Esta nueva Alianza para la protección estricta del cánido, servirá también de base para una mayor capacidad de influencia, interlocución, difusión y defensa ante Bruselas y frente a nuestros respectivos gobiernos, de nuestro trabajo en defensa del lobo, apoyado desde ahora también desde fuera de nuestras fronteras por cada vez más instituciones que se vayan adhiriendo a esta lucha común, y desde todos los ámbitos de influencia posible: tanto políticos como civiles, medios de comunicación extranjeros afines a nuestra causa que podamos entre todos aunar.

Respecto a las relaciones con Bruselas, Lobo Marley asistió en noviembre a una petición de comparecencia en la Sede del Parlamento Europeo, para defender nuestra petición parlamentaria 1771 de 2013, la cual después de numerosos problemas y presiones hemos logrado mantener abierta para que prosiga el análisis de la documentación y argumentos presentados por escrito, denunciando los casos de prevaricación e incumplimiento de la Directiva Habitats respecto del lobo ibérico al norte y al sur del Río Duero. El punto central de dicha petición era además, exigir la protección estricta del lobo ibérico en todo el territorio nacional, un paso imprescindible para la especie, para nuestros ecosistemas y su biodiversidad, así como para el futuro del mundo rural a través de una economía más moderna, sostenible, y perdurable en el tiempo, que aproveche todo el potencial que el eco turismo ha de generar también en España.

2015 ha sido un año electoral, y Lobo Marley ha colaborado con otras organizaciones conservacionistas que se han ido sumando a nuestra exigencia principal: pedir la protección estricta por ley del lobo ibérico en toda la península.

De cara a las elecciones municipales y autonómicas, Lobo Marley trabajó con Ecologistas en Acción y ASCEL en la elaboración de un conjunto de 11 medidas para la conservación efectiva del lobo en España, que fueron presentadas ante la prensa en mayo y que se ofrecieron a los partidos políticos que concurrían a los comicios.

Ante la convocatoria de las elecciones generales en diciembre, Lobo Marley colaboró una vez más con Ecologistas en Acción y ASCEL, con la adición esta vez de WWF, redactando un conjunto de 12 propuestas para la conservación del lobo ibérico, adaptadas esta vez al ámbito nacional, que fueron presentadas a la prensa en nuestra flamante nueva sede: el “Gabinete de Historia Natural”. De hecho, la petición de la protección estricta del lobo ha figurado por primera vez en los programas de al menos dos partidos que han concurrido a estas elecciones generales.

Mirando atrás comprobamos que la labor de concienciación de Lobo Marley poco a poco va calando, no sólo en el conjunto de la sociedad, sino también en el mundo del conservacionismo, que ahora va asumiendo nuestra exigencia de protección para el lobo, cada vez más, como propia. Un buen ejemplo de esta tendencia lo vemos en la publicación del cuaderno especial sobre el lobo ibérico en la revista Quercus en septiembre de 2015. En esta publicación no sólo se incluye un artículo firmado por el presidente y el vicepresidente de Lobo Marley exigiendo la protección por ley del lobo ibérico, sino que se reúne un conjunto de artículos que ponen en negro sobre blanco la necesidad de una conservación más efectiva del cánido. Especialmente contundente es el editorial de Quercus al respecto, exigiendo ya desde el titular “Un respeto para el hermano lobo”.

La creciente sintonía del conservacionismo español con la línea de actuación de Lobo Marley también se ha reflejado en los premios que hemos recibido, ya sea a título personal o como organización, este año: Ecologistas en Acción de Navarra concedió a nuestro presidente , Luis Miguel Domínguez, el premio Medio Ambiente 2015 por su labor divulgativa y conservacionista, inseparable de su papel en Lobo Marley. Por otro lado, “Emlobados con Solana del Pino” otorgó a Lobo Marley el premio Lobo Ibérico 2015, entrega que estuvo a cargo del artista Fernando García Herrera y la Alcaldesa de Solana del Pino.

Lobo Marley no podía estar ausente en una fecha tan señalada como el aniversario de la muerte de Félix Rodríguez de la Fuente, ocasión que aprovechamos para celebrar su obra y recordar su compromiso con la conservación del lobo en una localidad tan simbólica como Villardeciervos, en el corazón de la zona lobera de la Sierra de la Culebra. Allí aprovechamos para dejar claro ante los medios de comunicación nuestro rechazo de la anacrónica subasta anual de derechos de caza de lobos, que se celebraba precisamente ese día.

También este año ha continuado nuestra colaboración con el Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid mediante la organización de conferencias sobre distintos aspectos de la conservación de la naturaleza.

Y, estando nuestra sede en Madrid, no hemos podido estar al margen de los acontecimientos que está generando el retorno del lobo ibérico a esta comunidad. Mientras que la presencia del cánido en la región es un motivo de celebración para la ciudadanía, no han dejado de producirse actos de desinformación con el propósito de crear conflictividad alrededor del lobo y favorecer con ello intereses particulares. Lobo Marley pudo comprobar de primera mano la inexactitud de algunas noticias alarmistas relacionadas con el lobo en Madrid, obligando a los medios de comunicación a emitir las rectificaciones pertinentes.

Lobo Marley sigue siendo la voz del lobo ibérico, y cada vez va a resultar más difícil para las administraciones ignorar las demandas de una sociedad moderna y sensible, que hace tiempo que dejó atrás el mundo ficticio del cuento de Caperucita Roja, y que tiene una visión del lobo más acorde con la realidad científica y con la necesidad y el derecho ciudadano a disfrutar de una naturaleza saludable y completa.

EL INVIERNO DEL LOBO MUERTO

Pocas cosas resumen mejor la esencia del lobo ibérico que la alegría con la que estos animales se persiguen unos a otros en la montaña nevada, como niños que juegan a tirarse bolas de nieve. A los lobos les gusta el invierno, pero en este invierno por nuestros montes corren ríos de sangre de lobo. Parece que la guerra contra el cánido se recrudece, y ante ello uno se pregunta por las causas. Hay quien dice que el conflicto del lobo se está “polarizando” en época reciente, y que los que odian al lobo lo odian más porque sus defensores hacemos oír nuestra voz. Dicen que si nos callásemos los que matan lobos perderían la motivación, se olvidarían del cánido y encontrarían alguna otra víctima sobre la cual desahogar sus frustraciones o su necesidad básica de matar algo.

Pero esta noción es errónea. El conflicto del lobo se polarizó hace ya varias décadas, cuando Félix Rodríguez de la Fuente nos presentó una imagen más completa del lobo que la que nos ofrecían la superstición popular y el cuento de Caperucita Roja. Durante las décadas previas, el lobo había sido, oficialmente, una alimaña a exterminar, y como su biología era totalmente desconocida para todo el mundo, pues su persecución no generaba entonces más conflicto que, por ejemplo, el exterminio del escarabajo de la patata (que por lo demás es un coleóptero precioso).

Desde los años setenta, el conflicto se ha manifestado a intervalos, en la medida en que diversos intereses particulares han visto la ocasión de usar al lobo para chantajear al conjunto de una sociedad cada vez más instruida, que exige defenderlo como parte de su patrimonio natural. Pero aún en las épocas en que el lobo ha tenido menos presencia mediática, la sangría ha sido constante, y la prueba de ello es que sus poblaciones al sur del Duero no han conseguido apenas recuperarse a pesar de la normativa europea que lo declara especie protegida en esa zona. En un contexto legal de protección sobre el papel, la conexión entre las poblaciones del norte y los exiguos remanentes de Sierra Morena no se ha podido restablecer, y lo que lo ha impedido no es otra cosa que la presión incesante de las escopetas, el veneno y los atropellos.

Con tanta artillería suelta, el lobo ibérico vive aterrado y en su entorno natural se mueve como un fantasma. Las observaciones científicas sobre su comportamiento, que nos darían los datos necesarios para enfocar mejor su conservación, son casi impracticables, y en general nos tenemos que contentar con información indirecta, a menudo interpretada sesgadamente por los empleados de la administración para dar una imagen artificial de abundancia. Pero entre tanto han irrumpido las redes sociales, que han renovado la presencia mediática del lobo. Y este invierno las imágenes de lobos menudean especialmente en Internet, pero la gran mayoría tienen una cosa en común: muestran lobos muertos. Llevamos meses asistiendo a un auténtico aquelarre de exhibición de lobos acribillados, mostrados a veces por gentes a quienes (a diferencia de los clientes de más postín del negocio de la muerte del lobo) les puede más el exhibicionismo que la discreción. Otros lobos son víctimas de operaciones oficiales de “control”, de las cuales sabemos de sobra que no cumplen el objetivo de disminuir los ataques, pero además desafían a la normativa europea que nos exige mantener a la especie en un estado favorable de conservación.

En estas semanas hemos contemplado los cadáveres de los últimos lobos de Euskadi, exterminados con la sanción oficial del gobierno de Bizkaia, y los cuerpos sin vida de los pocos lobos que consiguieron llegar a Salamanca, donde la administración se salta a la torera la protección al sur del Duero amparándose en excepciones injustificables. Otros son víctimas de atropellos, que aparte de clamar por la adopción de medidas como pasos de fauna y controles de velocidad en zonas sensibles, nos recuerdan el sinsentido de que esas muertes no se contabilicen a la hora de determinar los cupos de caza de lobos.

Cada vez que veo uno de estos cadáveres me asombra que una criatura tan espléndida se haya criado en nuestros montes. Un día fueron minúsculos cachorros, y con el tiempo y la protección y entrenamiento de sus padres, se convirtieron en seres poderosos, preparados para dar caza a los ungulados salvajes más imponentes de la naturaleza ibérica. Pero esa historia ha transcurrido en la sombra, oculta a nuestros ojos por el miedo y el sigilo que guían los pasos del lobo ibérico. Toda esa aventura, esa forja de un depredador, se nos ha hurtado, pero sí que se nos muestra su despojo sangriento, exhibido triunfalmente por los que han segado esa vida desde la ventaja que les dan las armas de fuego. No hay una razón única por la que tantos lobos mueran a manos del hombre este invierno, pero a los ejecutores siempre les beneficia la ignorancia que aún persiste en torno a la biología del lobo, y la indiferencia que nace de esa ignorancia. Si hoy en día un Félix Rodríguez de la Fuente nos congregase ante el televisor cada semana para mostrar la asombrosa vida de los lobos ibéricos, la respuesta social ante esta masacre invernal sería mucho más contundente.

Algunos disentirán, pero yo no creo que la invisibilidad y el silencio sean la garantía de la supervivencia del lobo. Al contrario, a los que quieren matarlo les vale perfectamente un lobo aterrorizado. Sólo necesitan verlo durante un segundo para apretar el gatillo, y si recurren al veneno no necesitan verlo en lo absoluto. Personalmente, no sólo quiero que haya lobos, además quiero que los podamos ver. Su vida natural guarda un tesoro de datos científicos, hoy inaccesibles, sobre la evolución de la conducta social en un animal sorprendentemente parecido a nosotros. Me considero muy afortunado porque he podido estudiar a los grandes carnívoros en su ambiente: desde mi tienda de campaña he escuchado muchas veces los rugidos de los leones en la noche africana y he visto a las hienas pasear a centímetros escasos de la lona que nos separaba. He cruzado mi mirada con la de leopardos y guepardos, sabiendo que en sus ojos había curiosidad o indiferencia, pero nunca miedo. Tumbado en las arenas del Okavango he contemplado a los licaones venir hacia mí entre las palmeras, atravesando los canales de aguas cristalinas. He tenido la suerte de documentar aspectos sorprendentes del comportamiento familiar y cazador de esos depredadores. También he observado tranquilamente al oso y al lince ibérico en nuestros montes. Pero es en busca del lobo cuando he pasado más noches gélidas, más esperas ingratas y caminatas inútiles, y mis contados encuentros con el cánido siempre han sido fugaces o distantes. Y no me resigno a que esto deba ser así.

No quiero que nuestros lobos lleven una vida de proscritos librados al capricho o a la ineptitud de los que quieren masacrarlos, y estoy harto de que nuestra naturaleza sea la fuente de incontables imágenes fúnebres. Estas imágenes tiene una influencia nefasta en la sociedad, porque nos acostumbran a la noción de que la vida está sujeta siempre al sometimiento por la violencia de las armas. Su efecto subliminal es una continua resignación a la ética y la estética de la dominación, donde la escopeta de caza es la garantía última del abuso, que se puede descargar igualmente sobre la fauna salvaje o sobre la mujer sometida. Cansa ya esa España medieval del castigo y la sangre como limitadores definitivos de la libertad. Agota la estética del sadismo y los que la aceptan como indicador de “la dura realidad” de la vida. La vida es tan dura como nosotros se la hagamos a los demás, y creo que el lugar de la violencia glorificada puede estar en las películas y en la ficción, pero no en el trato que damos a nuestra naturaleza y a nuestros congéneres que al fín y al cabo, son, somos, naturaleza.

Estoy cansado de ver lobos matados por el hombre. Es inmoral, en gran parte de los casos es ilegal, y tiene un pésimo efecto en la formación de los ciudadanos. Tarde o temprano estará totalmente prohibido, pero mientras tanto tenemos una ingente labor educativa por delante. El que quiera convertirse en cómplice de la perpetuación de la siniestra España de los lobos muertos, que agache la cabeza y afloje el pulso. En la medida en que esto ocurra, el chantaje de los enemigos del lobo a la sociedad estará funcionando. Por mi parte, ya he visto suficientes lobos muertos para toda una vida, y buena parte de ellos en este invierno negro.

 

Mauricio Antón

Vicepresidente de Lobo Marley