Los problemas de la ganadería extensiva son muchos y diversos.
Actualmente, la ganadería extensiva sólo puede competir en términos económicos con la ganadería intensiva en condiciones muy particulares, pero la necesidad imperiosa de asegurar en el futuro una producción de alimentos sostenible pasa por establecer un equilibrio entre la ganadería intensiva, generadora de productos de amplio consumo y bajo precio (porcino, aves, huevos), pero más contaminante y sujeta a incertidumbres de diversa índole, y la ganadería extensiva, que ofrece alimentos de gran calidad y precio más alto, pero con los valores añadidos de sostenibilidad, conservación del medio natural, consolidación de la población en áreas rurales, mitigación del cambio climático, etc. Desde el punto de vista económico también se puede considerar a la ganadería extensiva como un sector estratégico, ya que al ser menos dependiente de posibles subidas en los precios de los piensos o los carburantes, puede llegar a ser imprescindible como método de explotación dependiente de recursos propios. La desaparición de la ganadería extensiva provocaría una caída grave en la producción de animales destinados a la ceba, por lo que toda la cadena industrial que gira en torno al transporte de reses, mataderos, salas de despiece, etc. perdería una importante fuente de productos primarios.
A pesar de las numerosas ventajas que esta forma de explotación genera, tal y como hemos estudiado en el documento Importancia de la Ganadería Extensiva, la trashumancia en Europa se enfrenta actualmente con graves dificultades coyunturales y estructurales:
· En cuanto a recursos humanos, los ganaderos extensivos se encuentran con más dificultades aún para conseguir un relevo generacional que la de otros sectores agropecuarios, ya que la vida está muy está condicionada por el movimiento pecuario.
· Dependencia económica de las subvenciones.
· En ocasiones, son elevados los costes de los desplazamientos, el arriendo de las fincas, etc.
· Una baja productividad circunstancial con relación a la ganadería industrial.
· Los precios percibidos por los ganaderos no se ajustan a la realidad del sector, sino al conjunto de producciones intensivas.
· Las vías pecuarias, especialmente las de largo recorrido, se ven amenazadas por diversos aspectos urbanísticos.
· La implantación de infraestructuras viarias (circunvalaciones, variantes, etc) sobre tramos enteros de cañadas sin caminos alternativos ha generado barreras infranqueables para los rebaños.
· Dificultad para crear estructuras asociativas.
· Pérdida de capacidad de decisión de los ganaderos sobre las políticas locales y su territorio.
· Desconocimiento de los problemas específicos de la actividad por la Administración, tanto a nivel nacional como europeo, al no estar considerada la ganadería extensiva o trashumante como tal.
· Normativa muy inadecuada al sector extensivo.
· Escasa representatividad del sector en las fuerzas sindicales agrarias.
· Existen además problemas específicos para cada territorio y tipo de trashumancia.
Las dificultades de la actividad son, como se ve, variadas, aunque muchas de ellas podrían reunirse a la sombra de una principal: la inexistencia oficial de la Ganadería Extensiva como un sector específico, un sector agropecuario que poco tiene que ver con la ganadería intensiva en cuanto a las características en el manejo del ganado, las razas empleadas, los usos del territorio, las relaciones sociales, etc. En más de doscientas encuestas realizadas por el FAR (Foro Asturiano para el Conocimiento y Desarrollo del Medio Rural) y la Asociación de Ganaderos Trashumantes de Asturias (AGTA), el 90% de los encuestados consideraba de uno u otro modo a la normativa inadecuada y asfixiante como una de las tres primeras causas que perjudican a la actividad ganadera extensiva. Entre los jóvenes a los que les gustaría ejercer la actividad y, sin embargo, no se deciden a ello, el principal motivo de que escojan otra alternativa laboral es la normativa asfixiante que sufre el sector. Todo revierte en lo mismo: una legislación muy mal diseñada que dificulta todos y cada uno de los trabajos del ciclo de la actividad trashumante.
Analizados los datos con mayor profundidad, queda patente el desconocimiento que tienen acerca de este tipo de ganadería los responsables de legislar al respecto. Las Administraciones locales, si bien no suelen apoyar debidamente al colectivo haciendo todo lo posible por amortiguar los efectos de una normativa inapropiada, ciertamente tienen pocas competencias en el asunto, e incluso las consultas realizadas por al Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural de España dejan patente que la única solución definitiva pasa por llegar a la Unión Europea.
La dominancia de la ganadería intensiva en la UE hace que la normativa que afecta al sector ganadero se piense automáticamente para servir a dicho colectivo. Ya se vio en el pasado con el problema de la encefalopatía espongiforme bovina cómo la ganadería extensiva sufrió injustamente un lote de medidas preventivas que perjudicaron notablemente a la actividad y eran absolutamente evitables. Distintas normativas reflejan claramente esa situación, como las que afectan al transporte de reses, sanidad y bienestar animal, o a las inspecciones técnicas en materia de identificación y registro, que no tienen en cuenta debidamente la movilidad del ganado trashumante. En el Anexo I ponemos de manifiesto algunas de las situaciones absurdas que sufren los ganaderos extensivos por esta realidad.
La única decisión que puede salvar la ganadería extensiva en España es, pues, que ésta tenga una consideración legal independiente de la intensiva, de manera que se piense en su contexto a la hora de diseñar las normas que deben controlar la actividad. Puede que los otros problemas que tiene la actividad, que son muchos e importantes, determinen la desaparición del pastoreo extensivo, pero es seguro que sin solucionar este problema, la actividad morirá a no mucho tardar.