José Manuel Rodríguez Mariño, en Oviedo. | maría a. g.
«Declarar al lobo especie cinegética arruinaría a las sociedades que gestionan los cotos, porque tendrían que hacerse cargo de los daños».
21.11.2013 | 01:52 Oviedo, M. J. IGLESIAS
José Manuel Rodríguez Mariño (Llanera, 1949), dirigente histórico del mundo de la caza en Asturias, practica la actividad cinegética hace más de medio siglo. Empezó a los catorce años, cuando su padre firmó la autorización para el permiso de Armas. La caza ha formado parte de su vida desde diferentes ámbitos. Fue gerente de la extinta Sociedad Astur de Caza, de 1982 a 2007, y representante por Asturias en la Asamblea de la Federación Española, entre otros cargos. Rodríguez Mariño considera que la gestión de la caza regional no es la adecuada.
-Mantiene desde hace tiempo una postura crítica con la gestión de la caza en Asturias. ¿Cuál es la razón?
-La gestión no es la adecuada. La consejería de Agroganadería mantiene un ecologismo extremo que no ayuda precisamente a la conservación de las especies. Había más caza en la época del antiguo Instituto para la Conservación de la Naturaleza (Icona), que ahora. En todo esto influye mucho la política de vigilancia y atención a las reservas de caza. Muchos de los guardas que había en las reservas eran de las zonas o habían sido furtivos. Conocían la actividad al dedillo, vivían del monte y siempre estaban pendientes de todo, aunque estuviesen cuidando las vacas. Luego se convirtieron en funcionarios. No quiero decir que no los haya muy buenos. También les pusieron a matar piezas para realizar controles, función que no les corresponde.
-¿Quién debería hacerlo?
-Me vienen a la mente los llamados alimañeros, que no exterminaban pero se dedicaban al control de las especies. Se les suprimió de un plumazo y empezó la expansión del lobo. Todo eso incide sobre las especies cazables.
-¿Qué hacemos con el lobo?
-El lobo tiene tanto derecho a estar en el medio como los demás animales. Pero el caso es que mientras que los corzos son herbívoros y tienen dos crías al año, los cánidos salvajes suelen tener cinco o seis. La progresión reproductiva es mayor. Además se alimenta de otras especies. La ausencia de controles poblacionales va en detrimento de las piezas depredadas y los principales daños se los lleva el ganado doméstico, los corzos y los jabalíes.
-¿Cómo se arregla eso?
-Lo primero que hay que hacer es un censo lo más riguroso posible. Si hay exceso de población, lo ideal sería darlos a cazar y no pasaría nada. La caza se prohíbe cuando la especie está en peligro de extinción. No es el caso.
-En otros lugares la gente paga por cazar lobos cuando hay exceso. ¿Quiere decir que podría darse algo así en Asturias?
-No veo por qué no. Hay quien paga porque quiere llevarse el trofeo a casa.
-Algunos piden declarar especie cinegética al lobo.
-Declarar a la especie cinegética arruinaría a las sociedades. En ese caso tendrían que hacerse cargo del pago de los daños. En cambio, en el reglamento de caza hay un artículo que dice que excepcionalmente se podrá autorizar la caza sobre especies no cinegéticas cuando esté justificado por los daños. Con su simple aplicación pueden establecerse cupos, sin necesidad de modificar la ley ni el reglamento vigente.
-El Principado y las entidades implicadas preparan un nuevo plan de gestión para el lobo. ¿Podrá remediar los padecimientos de los ganaderos?
-Me temo que será mas de lo mismo. No servirá de nada. Estoy seguro de que no atacará la raíz del problema, que es el exceso de lobos en determinadas zonas.
-A las tierras asturianas se la asocia siempre a jabalíes y rebecos, como especies preponderantes. ¿Qué ocurre con la caza menor?
-Es casi testimonial. Los asturianos van a Castilla a cazar perdices. Son casi tantos como los que se dedican a las piezas mayores. Ya no quedan apenas porque en Asturias se abandonaron los cultivos tradicionales de cereales, donde había liebre y perdiz. Al cambiar los usos ganaderos en las zona de montaña el monte bajo se cubrió de matorral. Proliferan zorros, jinetas, martas y rapaces que buscan alimento. No se hacen desbroces y siembras para perdices, vedadas salvo en los cotos que justifican que las tienen, básicamente en Teverga, el Sueve y Piloña.
-¿Tampoco hay liebres?
-Pocas. A este paso, las liebres también se irán perdiendo.
-¿El cazador disfruta de la naturaleza o se sirve de ella para divertirse?
-Cuando empecé a cazar, a los catorce años, te dirigía un aficionado veterano. Lo primero que te aconsejaba es que nunca hay que pasarse. Hay que saber dejarlo en el punto justo. Si el perro ha trabajado y el cazador se ha divertido no se debe seguir.
-¿Esa filosofía no impera?
-No. A mí me enseñaron a cazar, disfrutar y respetar. Ahora se incorpora gente nueva que compra un rifle y sale al campo a competir. Quieren ser los mejores. Eso no es cazar, es otra cosa. El buen cazador demuestra que conoce las costumbres del animal y juega de poder a poder con la pieza. Los cazadores no deben ser unos indocumentados. Tienen que conocerse reglamentos como el de armas y explosivos. Hay que conocer las especies que se puedan cazar.
-¿Cuál es la especie más desconocida que puede abatirse en la región?
-En Asturias son más las especies prohibidas que las cazables. No es que sea desconocido, pero poca gente sabe que, por ejemplo, el zorro puede abatirse aquí sin cupo.
-Hay menos cazadores. ¿Crisis o pérdida de afición?
-Un poco de todo. Se pierde la afición. Antes, a cada coto le daban un cupo de piezas en función de la densidad de caza. A lo largo del año tenías esa cifra para distribuirla. Ahora se asignan días fijos. Un señor que viene de turismo para esos días concretos y por lo que sea no puede cazar, por ejemplo porque cae una nevada monumental, se queda sin dinero y sin caza. Ni te devuelven el importe del permiso ni te dan opción a volver. Así ahuyentamos a los cazadores de fuera.