Lisardo García está al frente de una de las pocas ganaderías de cabras que perviven en la zona central y occidental
19.02.2014 | 01:41
Vigidel (Teverga), Sara ARIAS Los rebaños de cabras están casi desaparecidos en la zona central y occidental de la región. Pero en Vigidel (Teverga), Lisardo García continúa con esta labor ancestral con su rebaño de 300 cabras y 200 cabritos que acaban de nacer. Es una época de mucho trabajo para el ganadero, que la enfrenta con dosis de pasión por lo que hace, pero también con la incertidumbre del futuro sobre su cabeza. Según García, las pérdidas por daños de animales salvajes se multiplican: «El año pasado, de 200 cabritos sólo pude vender 50», afirma.
Comienza la jornada a las ocho de la mañana. Con su quad sube hasta la cabaña y la finca donde se guardan los cabritos durante los primeros meses. Allí separa a las cabras de las crías, aunque a algunas las tiene que poner a mamar porque «las cabras no quieren mucho a las crías». Después, separa a las adultas según su estado de gestación. Las que están a punto de parir se quedan y el resto sube al monte con los mastines. Todo en medio de un inmenso silencio, sólo roto por los balidos de los animales y el repicar de los cencerros.
Con ellas sube hasta las cumbres que lindan con Somiedo. «Se quedan todo el día, si hace malo por la tarde ya bajan, pero si hace buen tiempo tengo que subir a por ellas, más que trabajo físico es que te vuelven loco», comenta. De nuevo en la cabaña, García hace todo tipo de trabajos. Ahora está empleándose a fondo con el tejado de la cuadra, levantado por el viento en diciembre. «Siempre hay cosas que hacer; a veces, cuando me doy cuenta, son las diez de la noche».
García asegura que siempre fue «muy ecológico» en el manejo, pero desde hace diez años su ganadería lo es oficialmente. Esto le conlleva elevar el coste de producción porque los piensos y los forrajes son muy caros, dice. Pero la preocupación del ganadero es sobrevivir a los lobos y los osos. «Debe de haber un equilibrio porque ahora esta zona está plagada y me desespera porque no tengo forma de proteger a las cabras», señala.
El ganadero sostiene que se encuentra en tierra de nadie porque, por un lado, la producción se merma con las pérdidas y, por otro, no tiene forma de justificarlas porque «se los comen como a un conejo, no dejan nada». Por ello, considera que los ganaderos de ganado menor necesitan el apoyo de la administración para continuar en una profesión en vías de desaparición.
Fuente noticia: http://www.lne.es