El legado lobero, en vías de desaparición

Javier Talegón y José Luis Santiago recogen testimonios «vivos» de las personas de más edad sobre el predador

09.02.2014 | 02:35

Javier Talegón durante la conferencia.

Javier Talegón durante la conferencia. Foto A. S.

 

ARACELI SAAVEDRA La convivencia ancestral entre el lobo y el hombre en el noroeste zamorano ha generado un rico patrimonio etnográfico, que aporta desde pinturas rupestres a relatos y construcciones, pasando por ritos religiosos e incluso gastronomía. En estos momentos ese patrimonio vivo se dirige a su extinción como resultado de la pérdida de elementos de la cultura lobera y fundamentalmente por la ruptura generacional de su trasmisión oral. Esa destrucción del legado cultural puede desembocar en una pérdida total de ese patrimonio etnográfico como ocurrió en Alemania con la extinción del lobo hace más de siglo y medio que no ha desarrollado esa interacción cultural entre hombres y lobos. En estos términos desarrolla su estudio el biólogo Javier Talegón Sevillano que desgranó una avance del estudio recientemente dentro de las actividades de concienciación de la empresa Llobu, dentro de la iniciativa la «Hucha del lobo» que destina parte de los fondos a labores de educación ambiental y de concienciación. Recopilar esta información todavía es posible en los lugares loberos de las comarcas de Sanabria, Carballeda y Aliste.
El tiempo se acaba para la cultura del lobo. En menos de una década las personas que portan esa última relación del hombre con la especie habrán concluido su periplo vital y los testimonios de sus vivencias habrá desaparecido. En este marco social, Javier Talegón y José Luis Santiago recogen entre las personas de 70 y 80 años sus relatos de primera mano con la finalidad de elaborar una publicación que recoja esa relación milenaria.
La razón de circunscribir ese campo de estudio al noroeste de la provincia es la constancia cronológica en la interacción del lobo en la economía agropecuaria de los habitantes de los pueblos. Estos pueblos, un total de 56 incluidos en el trabajo de campo de los dos expertos, eran además núcleos muy asilados que no han sufrido ni grandes cambios en la relación hombre-lobo ni se han visto influenciadas por una información más globalizada hasta tiempos recientes. De estos pueblos surgen 185 informantes con edades entre 60 y 90 años con una media de 75 años. Todos ellos cumplen el requisito de haber vivido buena parte de su vida en el pueblo como pastores, cazadores, agricultores.
El periodo de relatos «vivos» y por experiencia directa recoge desde los años 30 a la década de los 70 del pasado siglo. En ese periodo, cuando desaparecieron casi todas las poblaciones loberas de España, en el noroeste de Zamora no se erradicó porque «los métodos que se aplicaban no eran muy efectivos».
Entre los datos significativos señalar que todavía se pueden localizar pozos lobales, uno de ellos está en Ferreras de Arriba, una de las trampas que se ha mantenido desde el Paleolítico hasta los años 50 del siglo XX. Estos pozos en unos casos están cegados o colmatados para evitar accidentes y en otros fueron anulados con las reforestaciones. No tenía sentido dejar agujeros en estas zonas para evitar así accidentes. Estos pozos estaban excavados junto a caminos o lugares de paso del ganado, ya que el olor de los animales atraía a sus depredadores.
Otra de las técnicas que se empleaba era el ojeo comunal, regulado por el concejo. Para poner en marcha estos ojeos había que pedir permiso al Gobernador Civil y en algunos casos llegaron a participar hasta 12 pueblos. Los ojeadores dirigían al animal hasta la línea de escopetas. Además de cazadores, centinelas y ojeadores destacaban las figuras de los esperadores y el juez de lobo, este último desempeñaba su función dirigiendo la caza hasta que fuera abatido al menos un lobo. Los ejemplares cobrados se subastaban y se exhibían. Las reforestaciones de pinares eran incompatibles con esta modalidad de caza, y cayeron en desuso. El aguardo y el asalto a las camadas también se llevaron a la práctica. El noroeste no fue fecundo en la presencia de alimañeros y el uso de venenos que se emplearon poco y para no terminar con el ganado doméstico. Los alimañeros colocaban el veneno, principalmente estricnina, en un cebo encima de una roca plana, evitando el contacto con el suelo y con la hierba que servía de alimento a las vacas, ovejas, caballo o cabras. Los perros se recogían para que no fueran a comer del cebo y murieran. Por la mañana antes de la salida del ganado el cebo mortal se recogía. El cepo trampero tampoco se generalizó por el miedo a que se entramparan las reses domésticas. El lobo mantenía en tensión a los pastores «ser pastor es caminar, mirar, tener vista, tener oído y todo» decía uno de los informantes, Germán Fernández Juárez de Escober de Tábara.
En torno al mundo pastoril se ha desarrollado todo un «ecosistema» humano que supone construir corrales, pariciones, rediles, casetas móviles, corralizas para la guarda de los animales domésticos y el refugio de pastores. El uso de mastines entran dentro de ese manejo tradicional criando a los perros en el seno de rebaño, como si fueran iguales. Los perros del pastor se equipaban con carrancas. La alimentación de los perros se basaba en pan de centeno. A lo largo de este trabajo se recogen datos significativos como que la piel de lobo se usaba como insecticida y para proteger al correaje del yugo de las parejas de vacas. En algunos pueblos se llegó a elaborar cecina de lobo y con el sebo se elaboraron ungüentos curativos o la fabricación de jabón.
Un aspecto poco conocido es la función protectora o justiciera del lobo, ya que el temor a encontrarse de noche con el lobo propiciaba que por los pueblos hubiera menos maleantes. El responso lobero a San Antonio, las leyendas, la toponimia, etc forman parte de ese legado milenario en aras de desaparecer.

Fuente noticia:http://www.laopiniondezamora.es/comarcas/2014/02/09/legado-lobero-vias-desaparicion/739374.html