El oso, un nuevo activo medioambiental para Zamora.

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Una serie de nueve imágenes captadas por una cámara instalada en Vega del Castillo, en la zona de la provincia zamorana que se inclina hacia León, ha resuelto el dilema: hay osos en Zamora, al menos uno. Las fotografías, tomadas por el dispositivo montado por el apicultor Isidro Bordel en su propio colmenar, tienen valor de documento histórico, pues es la primera vez que se ha constatado la presencia del plantígrado en la comarca carballesa. La Junta de Castilla y León reconoce el valor de las instantáneas, que confirman los indicios recogidos desde hace tiempo en explotaciones apícolas de la zona. Este animal, considerado extinto desde principios del siglo XX en La Carballeda y Sanabria, ha vuelto y con él sus partidarios y detractores.

Este periódico ha publicado en los últimos meses testimonios fotográficos y declaraciones de apicultores de Muelas de los Caballeros y Vega del Castillo sobre ataques a colmenas del norte de la provincia que hacían sospechar que al menos un oso vivaqueaba por la comarca. El imaginario popular llegó a poner un nombre, nada zamorano por cierto, al animal, Giorgino, que ahora ya tiene retrato y carné de identidad: un adulto en dispersión perteneciente a la población cantábrica de la que forman parte unos 180 ejemplares, según definición de la propia Junta.

La constatación del regreso del plantígrado a la provincia ha hecho aflorar de forma instantánea las dos corrientes de pensamiento que están muy definidas y afiladas en Zamora, y que coinciden con los defensores de la fauna salvaje y quienes cuestionan su presencia por los daños que ocasiona. Los dos grupos están montados, sin duda, en intereses que la Administración regional no ha sabido, hasta el momento, descabalgar a base de buscar el equilibrio utilizando las compensaciones.

Proteccionistas y gestores cinegéticos han aplaudido la vuelta a Sanabria y La Carballeda del representante máximo de la gran fauna en la península ibérica. Todo lo contrario han hecho las organizaciones profesionales agrarias y, en particular, los apicultores, cansados de los daños que causan los animales salvajes y las dificultades que tienen que superar para recibir las indemnizaciones. Los productores temen que con el oso se reproduzca la «guerra» del lobo, que suma ya numerosas batallas y aún no se ha resuelto, a pesar de que incluso ha entrado en ella hasta la Comisión Europea.

La Administración regional ya ha anunciado que hará un seguimiento del ejemplar avistado «que supone un hito para la conservación de la población de oso pardo cantábrico» y recordado que en la región se mantiene en vigor un plan de recuperación de la especie. El delegado territorial de la Junta en Zamora, Alberto Castro, ha calificado la presencia en Zamora del oso como «una buena noticia, sobre todo por lo que significa que aparezca después de casi cien años».

Al margen de las dos corrientes a favor y en contra de la presencia de fauna salvaje en la provincia, muchas veces conducidas por intereses particulares y de grupo, hay que aventar una vez más el sentido común. Para una zona concreta, enriquecer su biodiversidad con nuevas especies siempre es positivo. No suele ser habitual que así ocurra y cuando pasa, como ha sucedido ahora en Zamora, debe ser considerado como un hecho positivo, porque supone recuperar valores medioambientales perdidos.

Lo que sí hay que afrontar sin miedo es el conflicto de intereses que se plantea por la presencia de animales salvajes que, al no estar controlados, causan daños considerables en las explotaciones agropecuarias, en este caso principalmente en las apícolas. Ahí sí que la Administración regional debe actuar desde el principio, para evitar que la situación se enquiste, algo que no ha sabido evitar en el caso del lobo.

Los daños que ocasione el oso, el lobo y cualquier otro animal salvaje deben ser evaluados adecuadamente y pagados con celeridad y justedad. La Junta no puede ser cicatera ni sembrar de trabas burocráticas el proceso. Al final, la cuantía global de las indemnizaciones suele ser muy pequeña, la mayoría de los años por debajo del presupuesto que se destina a estudios técnicos sobre estas especies singulares. El ganadero, el propietario de una explotación es el más interesado en que haya fauna salvaje si se siente compensado adecuadamente por las pérdidas que causa. Nunca podemos olvidar que si el plantígrado ha vuelto a esta provincia es porque hay colmenares y detrás de estos hay personas que viven de ellos.

La presencia del oso es un activo para Zamora. Supone un atractivo para los cada vez más numerosos practicantes de turismo de naturaleza y también para técnicos y especialistas en fauna salvaje. Pero, sobre todo, es un orgullo para una provincia que comprueba así que medioambientalmente las cosas no se están haciendo mal y eso, en estos tiempos de malas noticias, es un alivio.

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