Texto y fotos : Luis Mariano Barrientos
El lobo es un depredador que paga con una elevada mortalidad sus conflictos reales o imaginarios con el hombre. Conocer por qué muere y cómo afecta esa mortalidad a la dinámica de las poblaciones debería ser tarea ineludible para su gestión, algo que a menudo no ocurre. Actualmente el lobo es especie cinegética en la mayoría de las comunidades autónomas donde habita, existiendo además de manera incomprensible un fuerte control legal en algunas de ellas, como en Cantabria, donde su número es reducido, o incluso en algunas en las que se encuentra prácticamente desaparecido, como La Rioja y el País Vasco.
En Castilla y León el lobo es especie cinegética al norte del rio Duero, pudiéndose cazar –según los cupos determinados– entre octubre y febrero, habiéndose recientemente ampliado su caza un mes, desde el primer domingo de septiembre. Mientras, al sur del Duero y según la Directiva de Hábitats, el+ lobo es especie protegida, siendo no obstante controlada periódicamente su población por personal de la administración.
En 2008 la Junta de Castilla y León aprobó un plan para la gestión y conservación del lobo, con el que decía pretender la conservación a largo plazo del animal, potenciando su expansión hacia el sur ibérico. Sin embargo el número de capturas en esta comunidad autónoma se ha incrementado paulatinamente. De esta manera, se ha pasado de cazarse una media de 28 lobos al año entre 1994 y 2002 a promover que se cacen 138 en la temporada actual, es decir, cinco veces más (1).