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La carta de los daños del lobo

Alarma entre los ganaderos que cobraron subvenciones

25.03.2014 | 01:30

La carta de los daños del lobo

La carta de los daños del lobo

José de Arango Les dijeron, hace años, que con cuatro vacas no podían seguir. Les dijeron que no les recogerían más la leche porque no era rentable para las fábricas ir con el camión cisterna para tan escasa producción. Les dijeron que si no tenían suficiente cuota láctea, que la comprasen a los que se jubilaban. Les dijeron que tenían que modernizar las instalaciones y mecanizarse. Les dijeron que necesitaban más prados para el pastoreo y alquilaron los que quedaban libres de los vecinos retirados. Les dijeron que merecía la pena pedir créditos para poder tener de treinta vacas para arriba. Les dijeron que Bruselas mandaría dinero a espuertas. Les dijeron que ellos, los políticos, los apoyarían a muerte para que el sector fuese rentable. Y, además, los consejos eran gratuitos a cambio, eso sí, de darles el voto a ellos, a los políticos, cada cuatro años, para que Madrid y Bruselas enviasen toda la pasta gansa que hacía falta. Y, en el colmo de las promesas que hace la casta política para no cumplirlas, hasta les anunciaron que serían jardineros del Paraíso Natural cobrando un sueldo. Todo eso y mucho más les dijeron.

Y ellos, los ganaderos, fueron al banco y pidieron créditos avalados por la casería. Aún los están pagando. Compraron toda la cuota láctea que encontraron. Y ahora esa cuota no vale nada porque desaparece. Es papel mojado. Entregan la leche todos los días después de levantarse antes de amanecer para catar las vacas y no saben a cómo se la van a pagar hasta después de mes y medio que llega el libramiento al banco. Y éste, según lo estipulado, ya descuenta la parte proporcional del crédito, más los intereses. Y todo ello por el papel de la cuota láctea que costó sangre, sudor y lágrimas y que está archivado, inútil ya, en la mesita de noche.

Pero aún hay más. Firmaron un seguro por si venía el lobo. Y el lobo llegó para no marcharse. Terneros, ovejas, cabras y potros descuartizados por el depredador. Y llamaron a donde hay que hacerlo para que les pagasen, al cabo de un año o más, lo que el Principado tuviese a bien por la pérdida de las reses que se comió el lobo, que está protegido. Ya dijo, hace tiempo, el prestigioso economista praviano Jesús Arango -que fue consejero de la cosa y que algo sabe de esto- que la única especie en extinción en Asturias es el hombre del campo.

Y ahora, en los últimos días, reciben la carta en la que se les comunica que no se puede cobrar el seguro por los daños del lobo y al mismo tiempo la indemnización ésa de tarde, mal y nunca del Principado. Y tendrán que volver al banco a pedir un crédito. En esta ocasión no será para adquirir cuota láctea porque ya no sirve para nada, sino para devolver una parte de lo ya cobrado por lo del lobo. Nadie los informó de la letra pequeña. Y muchos ya están pensando que ante esta nueva vuelta de tuerca lo mejor es, como se dice por tierras occidentales de este Paraíso Natural que de paraíso para algunos tiene poco, «pechar la porta». Y? adiós, «Cordera».

Fuente noticia: http://www.lne.es