El pasado mes de julio la zona de Latedo, en la Raya zamorana, fue devastada por uno de esos terribles incendios que asolan nuestra naturaleza cada verano. Entre las víctimas se encontraba un lobezno, de poco más de dos meses, al que el fuego separó de su familia y que fue encontrado por unos agentes medioambientales, vagando sin rumbo, deshidratado, y con sus patas gravemente quemadas. Cualquiera que haya tenido un cachorrillo en su casa sabe lo dependientes que son los jóvenes cánidos de su núcleo familiar, la necesidad imperiosa que tienen de protección, cariño y seguridad. Podemos pues imaginar la pesadilla que tuvo que sufrir esta criatura, sola y perdida en un paisaje apocalíptico mientras sus zarpas abrasadas hacían que cada paso que daba fuese una tortura. Pero el cachorro fue rescatado por los agentes, y se le llevó al Centro temático del lobo en Robledo, donde sería curado de sus graves heridas en las almohadillas, mientras que en el monte calcinado, su familia aullaba llamando a la cría perdida, como pudieron constatar los agentes forestales al día siguiente.
La historia tocó una fibra sensible en la sociedad, dentro y fuera de nuestras fronteras, pero entre tanto se abrió un debate sobre el futuro del lobezno. ¿Debería quedar cautivo de por vida en un centro donde se le exhibiría al público, o habría que devolverlo a la naturaleza? Desde Lobo Marley se dejó claro desde el primer minuto: había que hacer todos los esfuerzos para que el cachorro retornase a la naturaleza, donde tiene derecho a vivir en libertad, con los suyos, y donde tiene un papel ecológico fundamental que realizar. A final se impuso esta opción, gracias a la presión social, y tras un período de recuperación durante el cual se limitó en lo posible el contacto con seres humanos, el animal estaba aparentemente listo para ser liberado. Finalmente, la junta de Castilla y León decidió dotarlo de un GPS para poder seguir sus movimientos.
¿Conseguiría el lobezno reunirse con su familia? ¿Cómo se desenvolvería de vuelta en la naturaleza? La historia del retorno del cachorro a su medio natural prometía tener en vilo al personal de la Junta durante semanas y meses, a medida que los datos de su emisor de GPS informasen de sus idas y venidas por el monte… O eso cabía esperar. Pero lo que en realidad ocurrió fue un mazazo, un auténtico jarro de agua fría para quienes mantenemos la esperanza en que el sentido común se pueda imponer de vez en cuando. Este viernes nos enteramos de que el cachorro apareció muerto, aparentemente ejecutado de forma cruel por un ganadero local que acto seguido procedió a enterrar el animal. La necropsia que se ha realizado al cachorro parece indicar que recibió un impacto mortal en las costillas, y también se sospecha que pudo ser sujetado por perros.
Brevísimo fue el retorno del cachorro a la libertad, y trágicamente inútiles los esfuerzos de los agentes que rescataron al animal, de las personas que se ocuparon de curarle… tiempo, entrega y recursos de todos tirados de nuevo a la basura por la ignorancia y la inquina que siguen rodeando a nuestro lobo ibérico y que, lejos de desaparecer, son alentadas por el oportunismo y por la inercia egoista. Las circunstancias de la liberación del lobezno de Latedo no están claras a día de hoy, pero lo que sí está claro es que las personas que matan a nuestros lobos permanentemente y de manera ilegal e injustificable, actúan convencidas de su impunidad. Pero en este caso el criminal no pudo saber que su víctima llevaba un GPS porque no lo llevaba en un collar, sino que se lo habían colocado por debajo de la piel, y por eso pensó que enterrando al lobato se acababa la historia. Ahora las autoridades tienen la información a su disposición, pero ¿qué ocurrirá? Sólo el tiempo lo dirá.
Se aclare o no la muerte del lobezno de Latedo, su trágica historia nos muestra la faceta más siniestra de la relación de nuestra sociedad con la naturaleza salvaje. El patrimonio natural, ese recurso que puede traer prosperidad al mundo rural y que es, al final, la única garantía de supervivencia de nuestra especie, está abandonado al capricho de unos, al rencor de otros y a la codicia otros más. ¿Cuánto tiempo más va a pasar antes de que la sociedad despierte y ponga remedio a esta lacra que es la destrucción impune de nuestro mayor tesoro compartido?
Esperemos que no mucho, o puede que sea demasiado tarde.