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Los mastines vuelven al rebaño

La reintroducción de ese perro de raza entre ganaderos y pastores de alta montaña de Cantabria ayuda a minimizar los daños causados por los lobos.

TEODORO SAN JOSÉ

Los mastines vuelven al rebaño

Un ladrido grave, ronco y profundo resuena al final del camino. El aviso de su presencia es claro y nítido. Al momento se deja ver un corpulento mastín español que campa por la finca y frena al visitante. ‘Bulnes’, que así se llama el perro, oficia de guardián y alarma en el tranquilo arrabal de Perrozo, en Cabezón de Liébana. Desde allí, Manuel Bahíllo y Eugenia Herrero gestionan y coordinan la reintroducción de perros de raza mastín entre los pastores y ganaderos de alta montaña. Ya llevan unos doscientos.

Tras ‘Bulnes’ aparece luego ‘Vega’, una mastín color canela de apacible apariencia. Y más tarde, ‘Luna’, la matriarca. A sus 14 años, ‘Luna’, toda mansedumbre, vive el retiro después de doce años yendo y viniendo a Extremadura con la trashumancia del ganado.

Tiene descendientes repartidos entre un montón de pastores y ganaderos asentados en Liébana y Campoo. ‘Luna’ fue una de las primeras con las que contó la Asociación Cultural Tudanca, organización de la que, entre otros, forman parte Bahíllo y Herrero, y que trabaja en la reintroducción de este perro para uso ganadero junto a los rebaños.

‘Luna’ es una mastín de casta -como lo fueron ‘Compacta’ y otras-, que ha dado camadas con las que mantener a raya al lobo, un depredador que desde unos años para acá se está dejando ver con mucha asiduidad por las trochas y puertos del Parque de Picos y de la montaña palentina. Pero no sólo del lobo; también del oso, y del zorro. «Un mastín al cuidado del ganado minimiza los daños producidos por las alimañas», señala Bahíllo. «Los mastines no hacen milagros, pero ¿que gran labor realizan protegiendo al rebaño!», exclama Rafael Roiz, pastor de Bejes, que cuenta con cinco perros de esa raza.

Enemigo de las alimañas

La historia del mastín y del rebaño ha corrido paralela los últimos dos mil años. Este robusto y poderoso perro ha sido el mejor custodio del ganado y el aliado perfecto del pastor. En campos abiertos y en terrenos abruptos. En la trashumancia por Castilla a la deshesa extremeña y en la ganadería extensiva de alta montaña como la que se practica en Cantabria.

El mastín mantenía a raya a los animales salvajes y evitaba, especialmente, los ataques de los lobos: sus razias tanto en las majadas como en los corrales eran temidas por los ganaderos pues a las reses que mataba en el ataque había que sumar las heridas y las que se extraviaban. A veces, se contaban por cientos, como sucedió hace unos pocos años en Bejes, cuando unos lobos arremetieron de noche contra un rebaño y las ovejas que no murieron en el ataque lo hicieron despeñadas por un cortado tratando de huir.

Pero a medida que el lobo fue desapareciendo de la península ibérica y decayendo la amenaza para ovejas, cabras o vacas, el mastín se hizo prescindible. Tanto que de treinta años para acá su raza comenzó a peligrar.

Sin embargo, ha vuelto a recuperarse la imponente presencia de este apacible perro entre los rebaños. En parte debido a la recuperación de la población lobuna, en parte a la tarea que desarrolla la Asociación Cultural Tudanca, clave en la conservación del mastín español y en su labor de apoyo al pastoreo tradicional con ese tipo de perros.

«El amor a la naturaleza te va llevando a la pasión por los animales y su conservación», explica Bahíllo, que en su día ejerció como guarda en las Marismas de Santoña y en el Parque de Picos. «Pero lo que más me gusta y más trabajo no es sólo la conservación, sino lo que implica: ayudas a una actividad como el pastoreo, a gente de raza, culturalmente un valor que se cuida poco en Cantabria. De paso colaboras en la conservación de una especie salvaje como el lobo que, al mismo tiempo, controla otras». Obligado a alejarse del rebaño por la presencia de los mastines, el lobo debe buscarse otras áreas y piezas para procurarse sustento. Y lo encuentra en jabalíes y corzos, contribuyendo así a reducir los daños que éstos últimos causan en la agricultura o en las camadas de perdices y urogallos, que crían en el suelo.

Doscientos perros

Una cadena conservacionista, pues, que se inicia con el mastín y a la que la A. D. Tudanca, que este año recibe el apoyo de la Consejería de Desarrollo Rural, comenzó a poner el primer eslabón hace diez años. Arrancaron en la finca Sotama, con catorce mastines (‘Luna’, de León; ‘Moro’ de Espinama; ‘Compacta’, de Valderredible…) que habían buscado y seleccionando en base a sus características morfológicas y a su carácter ganadero entre pastores de Castilla y León, de Asturias y de Cantabria.

Seis cachorros surgieron de aquel germen. Hoy son más de doscientos los mastines que se han repartido mayoritariamente entre pastores y ganaderos (los menos apropiados para el pastoreo se venden a particulares, con cuyos fondos se sustenta la asociación), a los que se cobra una pequeña cantidad para darles valor y consideración de artículo de trabajo.

Con los mastines campeando por puertos y majadas se evita, además, la tentación de que irresponsables coloquen veneno para aniquilar a los lobos y otras alimañas: podrían acabar con sus propios perros o los del vecino.

De modo que el inconfundible ladrido grave, ronco y profundo del mastín vuelve a escucharse en el monte, allí donde pastan las ovejas. Tranquilo y dormilón de día, es de noche cuando el mastín desempeña su papel de inquieto cuidador del territorio de pastoreo. Es cuando se mueven las alimañas y de ellas tiene que proteger al ganado. Como lo lleva escrito en los genes. Como lo ha venido haciendo desde hace dos mil años.

Y para muestra, un botón: este verano han tenido más bajas los rebaños que no tenían mastines que aquellos que estaban protegidos por esos perros.