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Trasmonte, la cruz de vivir entre osos.

Los vecinos de la localidad, de actividad ganadera, se quejan de los daños de la fauna salvaje y de quienes los niegan

11.10.2013 | 01:54

Paulino Rodríguez, con una carretilla de hierba por las calles de Trasmonte.

Paulino Rodríguez, con una carretilla de hierba por las calles de Trasmonte.

Los osos.

El oso, como dicen ellos. El tema de conversación principal en Trasmonte tiene que ver con el emblema de la fauna asturiana, que tan grata imagen tiene entre los amantes de la naturaleza, los ecologistas, los urbanitas, los turistas, los visitantes, los políticos, los periodistas… en casi todo el mundo. La excepción es la gente que, literalmente, vive a diario entre ellos.

En Trasmonte, donde llevan siglos aguantando la broma de que quedan muy lejos de cualquier sitio, de que están «detrás del monte» incluso en un concejo tan montañoso como Cangas del Narcea, están muy hartos de tener que ser los sufridores de la conviviencia entre los animales salvajes y los seres humanos. Los seres humanos y sus animales domésticos, por supuesto.

Al contrario que en otros sitios, están más que dispuestos a decir lo que piensan al respecto, pero, en cuanto entienden que lo que dicen puede ser publicado en un medio de comunicación, espetan una de las frases más oídas en la zona: «Eso no lo pongas, que vamos todos a la cárcel».

Medio en broma, aunque no tanto, apuntan soluciones a su problema que tienen que ver, en los casos más tolerables, con el traslado de todos los osos al Parque San Francisco de Oviedo o con la creación de una reserva de ecologistas en el monte, sin protección nocturna.

«Mire, no necesito que nadie me cuente historias sobre los osos o los lobos que hay y sobre los ataques que hacen; aquí tenemos más del triple de osos que hace veinte años y es aún mayor el aumento de lobos. Los tenemos en la cocina y todos, y digo todos, hemos visto a diario sus huellas, sus cagadas, sus destrozos. Pueden contar lo que quieran unos y otros, que la verdad es la que le digo», cuenta Francisco Buelta, de Casa Barreiro.

Su vecino, José Ángel Boto, de Casa Boto, apunta: «Nadie nos hará caso hasta que haya una desgracia. Un día andará una osa con sus crías y se tropezará con alguien y lo llevará por delante. Porque el bicho, ¿qué va a hacer? Defenderse y tratar de vivir, como es normal. Lo que no es normal es que los tengamos en la cocina, entre las casas».

Boto tuvo un encuentro con un oso recientemente. Estaba con su mujer y su bebé recien nacido y, por el espejo retrovisor del coche, vieron un oso en medio del camino, «pero no es algo extraño, todos en el pueblo pueden contar cosas parecidas. Todavía mi padre vio otro en un prado por aquí cerca y le sacó una foto de lejos, pasando a unos cien metros de casa y a plena luz del día. De noche ya no te quiero contar lo cerca que están, en los caminos», añade.

En Trasmonte consideran que se ha sobreprotegido la especie y que tiene una vida bastante fácil, lo que hace que se acerquen aún más a las viviendas. «Claro que se acercan, porque somos nosotros los que los mantenemos. No son los ecologistas ni los políticos, somos nosotros. Comen de nuestro ganado, ovejas y vacas, de nuestros frutales, andan lo que trabajamos… campan a sus anchas porque lo tienen muy fácil. El día que faltemos nosotros vuelve a ir para abajo la población, seguro», proclama Buelta.

Paulino Rodríguez, otro vecino del pueblo, de Casa Castellano, asegura que antes casi no había lobos y, ahora no se da un paso en el monte sin ver su rastro: «Aquí en Trasmonte llegó a haber hasta 300 ovejas, ahora ya ves que no queda casi nada. Antes había lobos, pero estaban, digamos, más controlados, se podía vivir; ahora parece que quieren echarnos a todos de aquí porque, si no, no se explica las cosas que hacen».

Algo que causa cierta sorna entre los vecinos de Trasmonte es oír que apenjas hay ataques, que muchos son inventados o que hay que tratar de convivir con la fauna.

«Si nosotros tratamos de convivir con ellos, pero resulta que los lobos sólo saben convivir con las ovejas si están muertas, de otra manera parece que les cuesta», ironizan los vecinos de Trasmonte.

Por lo demás, el pueblo es eminentemente ganadero, con ocho explotaciones de cierto nivel, pero fue uno de los más activos a la hora de enviar gente a trabajar a las minas en el siglo XX; no en vano se encuentra en plena cuenca minera de Gillón. De la treintena de casas que forman Trasmonte, incluyendo Trasmonte de Abajo, rara fue la que no tuvo algún miembro trabajando en la mina.

A día de hoy son unos 60 vecinos los que se ven por las calles del pueblo en un día cualquiera.

Una de las cosas que define a Trasmonte es su amor por el bolo vaqueiro. Siempre se jugó mucho, y había una bolera en la zona de La Magdalena. Cuando se recuperó la afición por este deporte, gracias a la asociación de bolo vaqueiro, en Trasmonte fueron de los más activos y llegaron a tener hasta cuatro equipos en la competición de la comarca. Se construyó una bolera en medio del pueblo y aún a día de hoy se mantienen dos equipos que participan en la liga oficial de la competición.

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