DEFENDIENDO AL LOBO SIN COMPLEJOS

Este 13 de marzo en la Puerta del Sol la sociedad lanzó un mensaje muy claro: queremos al lobo ibérico vivo y protegido, y lo queremos ya. Pero en Lobo Marley, al tiempo que nos alegrábamos por esta fiesta de la participación ciudadana, nos temíamos que los ataques de las fuerzas de la parálisis social nos iban a llegar en breve. Sabíamos que, donde la mayoría vemos un caudal de fuerza e idealismo, otros verían la ocasión de sembrar dudas y cizaña. Y en efecto, en medio del torrente de ilusión por la defensa del lobo que domina las redes sociales desde el domingo, detectamos mensajes amargos que no parecen tener más propósito que poner varas en las ruedas del cambio, y nos hacen recordar porqué en este país algunas cosas parece que no cambian nunca.

 

Un ejemplo es el artículo titulado “De Lobos y Toros” publicado en un blog asociado a la revista “Vanity Fair”. Aunque el autor presume de querer “el lobo vivo, por supuesto”, en seguida pasa a acusar a Lobo Marley de “miserable” y “canalla” a cuento de un texto publicado en nuestras redes tiempo atrás. En aquél texto se planteaba la ambigüedad de algunas reivindicaciones ganaderas, y es posible que su retórica no fuese la más políticamente correcta. Cada articulista se mueve dentro del margen de maniobra de su propio estilo, cosa que el bloguero en cuestión sabrá valorar mejor que nadie. En todo caso, desde Lobo Marley como asociación queremos expresar, una vez más, nuestra comprensión hacia el sufrimiento de aquellos ganaderos que, después de haber tomado las medidas preventivas de rigor, puedan padecer el ataque del lobo sobre su ganado. En nuestras filas militan ganaderos responsables, y nuestra postura oficial a favor de la convivencia entre el pastoreo y el lobo es bien conocida. De hecho abogamos por un pacto territorial que estimule eficazmente esa convivencia. Pero hablamos, eso sí, de una ganadería sensible hacia el medio ambiente y el bienestar animal, y no de una explotación sin escrúpulos de nuestro patrimonio.

 

Pero el desacuerdo del bloguero con el texto en cuestión sólo es el punto de partida para desatar un argumento mucho más tóxico: la consabida descalificación de cualquier reivindicación conservacionista acusándola de provenir de “ecologistas de salón”. Este mote despectivo se viene aplicando a prácticamente cualquier persona preocupada por el medio ambiente, por la mera razón de que viva en una ciudad como le ocurre, lo quieran o no, a la gran mayoría de los habitantes de Europa occidental. El fundamento de esta acusación, según la cual habitar en una urbe inhabilita a cualquier ciudadano para reclamar que se cuide su patrimonio natural, es tan patético que nos asombra que un tópico tan grosero se pueda repetir impunemente en pleno siglo XXI.

 

Fomentar esta falsa dialéctica, que busca crear un conflicto entre dos mundos profundamente interconectados como son el campo y la ciudad, es una manera perversa de matar el tiempo por parte de alguien que cobra por jugar con las palabras. Pero aún más lamentable es el tópico del que hace uso en los últimos párrafos de su ocurrencia literaria, cuando, tras mostrar la imagen sangrienta de una res semidevorada, invita a sus lectores a pensar: “¿Imagina usted que en su trabajo le sucediese algo similar?”. Este llamamiento es tan absurdo como demagógico. Por supuesto que eso es algo que todos hemos imaginado alguna vez, y es la razón por la cual cada tendero compra candados para su negocio, y cada taxista tiene que dejar su coche cerrado y aparcado cuando se va a su casa a descansar.

 

El bloguero admite que él no acudió a la manifestación, lo cual es patente por el desconocimiento desde el cual profiere sus descalificaciones. Si hubiese estado allí, sabría que 230 agrupaciones, incluyendo a los pesos pesados de la conservación en España, no se suman a la ligera a una concentración como ésta. Sabría que el acto generoso de acudir a Madrid desde el campo o la ciudad, desde Zamora, Galicia, Portugal o Francia para defender lo que es de todos y de nadie al mismo tiempo, le da a los manifestantes una autoridad moral a la que él nunca podrá aspirar. El artículo concluye con una propuesta casi angelical: “que ganaderos, administración y conservacionistas trabajen juntos”. ¿Piensa acaso el autor que los que acudimos a la manifestación deseamos algo distinto? El recurso de invitar a la concordia para dar a entender que los demás no la queremos es un truco simple pero de peligrosa efectividad.

 

Puede parecer desproporcionado que dediquemos tanto espacio a un producto literario de segunda como el que nos ocupa. Sin embargo, por la manera superficial en la que repite los tópicos más retrógradas contra el compromiso medioambiental, ese artículo resulta ilustrativo. Una vez que la sociedad se ha expresado con la contundencia con que lo hizo el 13M, es previsible que veremos muchos más ejemplos de esta retórica barata. Este bloguero es sólo uno entre muchos que usan las mismas tácticas, y es importante que sus efectos no nos pillen desprevenidos. Tenemos un largo y laborioso camino por delante, y piedrecitas como ésta las vamos a encontrar una y otra vez. ¡Que no nos hagan tropezar!

 

 

El equipo de Lobo Marley