
El lobo no se extinguió en Extremadura. Fue exterminado en los años noventa del siglo pasado tras décadas de encarnizada persecución. No obstante, la puntilla definitiva se la dieron los pantanos, los cultivos forestales, el abandono del campo y, en definitiva, el declive del mundo rural.
A las máximas autoridades provinciales les llegaban asimismo las reclamaciones de los cazadores defraudados por los ayuntamientos, que incumplían la obligación de abonar las recompensas. El 15 de octubre de 1867 un vecino de Talayuela elevó una reclamación al gobernador civil de Cáceres ante la negativa del ayuntamiento a concederle el premio por los siete lobeznos que encontró en dicho término el 18 de mayo de 1866. La paciencia del demandante no ofrece dudas, ya que la queja fue cursada casi un año y medio después de haberlos capturado (5).
La razón no siempre acompañaba a los demandantes y a veces las protestas destapaban posibles fraudes. Así ocurrió, por ejemplo, con la reclamación efectuada en 1910 por un vecino de Lagunilla (Salamanca) que no había recibido el premio por la captura de cuatro lobeznos en el municipio cacereño de Abadía. Al oficio rogatorio del Gobierno Civil contestó el alcalde afirmando que era cierto que había presentado los cuatro lobeznos, pero que se negó a entregar las orejas y los rabos y tampoco fue capaz de probar que los hubiese capturado en el término de Abadía. Ante la negativa no se le abonó la cuantía del premio y el demandante se llevó los lobeznos vivos para pedir limosna por los pueblos.