El furtivismo, el peor enemigo del corzo

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No sé si será por los precios tan elevados que alcanza un precinto de corzo o por lo fácil que resulta furtivear al pequeño cérvido, pero lo cierto es que el corzo es la especie que sufre más bajas por este tipo de delincuencia.

 

Es perentorio que Interior se involucre en este grave problema, que se aumente el número de miembros de la Guardia Civil en el Seprona, y también que los Agentes de Medio Ambiente ejerzan tareas de vigilancia.

Si dispusiéramos de datos concretos sobre las bajas que causa el furtivismo, les aseguro que sería para echarse a temblar

Se dice que la predación que ejerce el zorro, en concreto, sobre los corcinos, alcanza el 40 o 50% de defunciones en los dos primeros meses de vida, pues bien, con ser verdaderamente alarmante esta cifra, si dispusiéramos de datos concretos sobre las bajas que causa el furtivismo, el tradicional y el consentido, les aseguro que sería para echarse a temblar. Y lo peor es que, sabiendo como sabemos, el daño que los desalmados de faro y silenciador causan a esta especie, poco o nada se hace para acabar con esa gentuza.

Es perentorio que Interior se involucre en este grave problema, que se aumente el número de miembros de la Guardia Civil en el Seprona, y también que los Agentes de Medio Ambiente ejerzan tareas de vigilancia, sobre todo en los meses previos al desvede, que es cuando se cometen la mayoría de estas fechorías.

Aparte, se deberían extremar todas las medidas de control rutinarias y extraordinarias como, por ejemplo, inspecciones periódicas a los taxidermistas y a las armerías. Éste es el único camino, pero dudo que, actualmente, exista voluntad política para acabar con esta lacra que tanto daño hace a las especies cinegéticas y a los cazadores.

El furtivismo, delito penal

Hace unos años sabido era que poco se podía hacer frente al furtivismo, estos delincuentes se amparaban en la ley de 1970, en la que el legislador consideraba a la mayoría de estas acciones como faltas de caza.

En consecuencia, la sanción podía oscilar entre el arresto menor o una multa de 250 pesetas, que era lo normal entonces y 5.000 en el caso de que la sanción impuesta fuera en su grado máximo, situación ésta que pocas veces ocurría.

De tal modo que, en el improbable caso de que a uno de estos sinvergüenzas le pillasen y luego fuera condenado, cosa harto difícil, la multa era como para echarse a reír. Menos mal que, afortunadamente -eso creíamos muchos-, con la modificación del artículo 335 del Código Penal en el año 2005 el furtivismo pasó a considerarse delito penal, lo que hacía suponer que el problema acabaría solucionándose, pero quía, lamentablemente, no ha sido así.

El que condenen a alguien por furtivismo sigue siendo bastante complicado aunque le cojan in fraganti. Si no que nos digan en estos últimos años de todos los furtivos denunciados cuántos han ido a la cárcel por ese delito. Siento decirlo, pero nuestra información al respecto es bastante desalentadora.

Furtivismo de guante blanco

Y por si fuera poco, la pesada carga del furtivismo tradicional, desde hace unos años y sin apenas hacer ruido, ha irrumpido en la escena un nuevo modelo de furtivismo, nos referimos a aquellos que valiéndose de un precinto de corzo legal, éste lo utilizan como salvoconducto para campar a sus anchas durante toda la temporada amparándose  muchos en la más absoluta legalidad.

Es lo que podríamos llamar el furtivismo de guante blanco, modalidad en la que es preciso que intervengan dos actores: el titular del coto (persona física o sociedad) y el adquiriente del derecho cinegético sobre una especie determinada.

En rigor, esta contraprestación de derechos y obligaciones no tiene nada de anormal, se entiende que la persona que paga por cazar un animal su derecho se extingue cuando se abate o hiere al animal según las condiciones explicitadas en el contrato. Hasta aquí de acuerdo.

No obstante, la cosa cambia cuando ambas partes entienden de manera tácita, por los motivos que sean, mayormente precios sobrevalorados, que predisponen al arrendatario a cerrar los ojos ante cualquier tipo de conducta lasa por parte del arrendador.

No crean que exageramos, estas actuaciones suceden con más frecuencia de las que pudiéramos pensar. Es la triste realidad, existe gente en mayor número del que pensamos que con facilidad caen en brazos de la tentación del dinero fácil y los precintos los venden al primer postor sin poner trabas de ningún tipo. De tal forma que el adquiriente, una vez que ha conseguido el anhelado precinto, consciente del alto precio desembolsado y, al mismo tiempo, sabedor de la escasez o falta de guardería busca resarcirse matando todo aquello que se ponga a tiro.

Furtivismo, en negro o en B, como queramos llamarle, pero que es el que más víctimas causa entre la población corcera.

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