EL LOBO, UN FRÁGIL REGALO PARA MADRID

Es una coincidencia irónica el que, mientras en París se iniciaba la cumbre mundial sobre el clima, la ciudad de Madrid se viese obligada a restringir el tráfico rodado para hacer frente a niveles intolerables de contaminación. Ha bastado la presencia de un anticiclón otoñal para que el aparente equilibrio de nuestra atmósfera salte por los aires. Ante un balance tan frágil, la importancia de ese pulmón verde que es el parque nacional del Guadarrama se hace más patente que nunca. No se trata de un lujo o una simple atracción turística. La presencia de un ecosistema sano y vigoroso en nuestra sierra es un escudo imprescindible para defender nuestra salud, tanto física como espiritual.

Pero la protección efectiva de la naturaleza en el parque es una asignatura pendiente, y si queremos que ese espacio natural cumpla su función, y no sólo en teoría, entonces nos queda un largo trabajo por hacer. Un colectivo que ha venido señalando las carencias en la gestión del parque son los agentes medioambientales, y precisamente ellos han sido los portadores de una excelente noticia para la recuperación del balance natural en el Guadarrama: según confirma este colectivo, el lobo ibérico está criando en nuestra comunidad. Esto nos pone frente a un desafío conservacionista apasionante. El lobo se puede convertir en nuestro ayudante para que el parque nacional del Guadarrama no lo sea sólo en el papel; puede ser el guardián y el arquitecto de los equilibrios naturales que marcarán la diferencia entre una mera zona verde y un auténtico ecosistema productivo.

El Guadarrama ya alberga joyas de la fauna ibérica como el águila imperial o el buitre negro, pero su pirámide trófica está incompleta sin la acción del lobo, una carencia que la dispersión natural del cánido puede ahora remediar. Pero para que esto ocurra hace falta tiempo. La normativa europea nos exige que el lobo alcance un “estado favorable de conservación”, lo cual, según lo define el artículo primero de la directiva Hábitats, significa que la especie “pueda cumplir indefinidamente su papel vital en el ecosistema”. Y como todos sabemos, el papel del lobo es el de un depredador de grandes ungulados silvestres, que mantiene el equilibrio de las poblaciones de sus presas mediante la caza en manada. Ahora bien, una pareja reproductora de lobos no es necesariamente una manada madura: para que llegue a serlo hacen falta años durante los cuales su sistema social se pueda afianzar sin intervención humana de ningún tipo. Si disponen de ese tiempo, los lobos adultos establecen su sistema jerárquico, y los jóvenes que permanecen bajo su dominio van aprendiendo el arte de la caza en grupo, esa habilidad que les convierte en los depredadores más eficaces de la región holártica. Es por ello que cualquier interferencia no sólo sería una violación de la normativa europea y de los principios del parque nacional, sino que constituiría un auténtico atentado ambiental.

Un simple vistazo al estado de las poblaciones de ungulados silvestres en la sierra de Madrid muestra la necesidad urgente de un depredador natural que restablezca el balance entre los herbívoros y la vegetación en nuestras montañas. Pensemos en el caso de la cabra montés, especie para la cual el gobierno regional tienen planes de auténtica pesadilla, consistentes en matar a más de la mitad de la población (es decir, ¡más de 2.000 ejemplares!), mediante la caza con arco o el uso de armas de fuego, planes que ya han despertado el apetito del lobby de la caza de trofeos, deseoso de participar en la matanza… ¡y todo ello en un parque nacional! Pero a pesar de constatarse una situación que clama por la presencia del lobo, lo cierto es que la sola sugerencia de una reintroducción del mismo habría levantado la polémica. Afortunadamente, ha sido la dispersión natural del cánido la que le ha traído de vuelta al que antaño fue su hogar. Ahora nos toca a nosotros cuidar con mimo este regalo de la naturaleza. El parque del Guadarrama se puede convertir en la envidia de Europa, y nuestra gestión de su naturaleza puede hacer a Madrid pionera de la recuperación de los grandes carnívoros en los ecosistemas. La decisión, como siempre, está en manos de la administración, pero la presión de la opinión, como siempre, está en manos de la ciudadanía. De nosotros.

 

Mauricio Antón

Vicepresidente de Lobo Marley