El pueblo que rescató su lobera

El pueblo que rescató su lobera
El municipio, en el norte de la región, espera a que le llegue el dinero público para construir un centro de interpretación en torno al temido animal
La Garganta gana turistas tras restaurar su corral para cazar a la mítica especie

EN PRIMERA PERSONA

JUAN GONZÁLEZ ALCALDE
«Cuentan que se dejaba dentro una oveja como cebo, el lobo saltaba a por ella y luego no podía salir»

Cuenta Juan González, el alcalde del pueblo, que ha llegado a ver dos autobuses con gente procedente de Montijo aparcados junto a ese círculo empedrado al que La Garganta, el segundo pueblo más alto de Extremadura, fía el presente y sobre todo el futuro de su tirón como destino turístico.

Es el antiguo corral de lobos, situado a las afueras del pueblo. En abril del año pasado fue inaugurada su restauración, y el ayuntamiento confía en que una vez que amaine el temporal económico, llegue el dinero necesario para sacar adelante su centro de interpretación dedicado al lobo. Estaría ubicado junto al pozo de nieve, a dos minutos a pie del corral, una construcción que hace dos años estaba enterrada. Sólo se veían, a ras de suelo, algunas losas superiores de su muro.

«Decidimos restaurarlo porque vimos que tenía un potencial de atracción de turistas, y las tareas de rehabilitación suponían también crear empleo en la zona», explica Juan González, alcalde socialista del municipio. Junto al corral, al que también es usual denominar lobera, hay un cartel informativo sobre un monolito de piedra. «El proyecto implicó a los mayores del pueblo, que nos han permitido rescatar las historias del lobo en el pueblo», comenta el regidor.

Los años de las batidas

Entre ellas, por ejemplo, la que recuerda Florencio, vecino de La Garganta que pasea carretera abajo con Victoria y María. «Me acuerdo que una vez cogieron a un lobo y lo pusieron colgando del balcón de una casa, era un lobo enorme, larguísimo», recuerda el hombre. «Juan ‘Parrado’ -continúa relatando Florencio- tenía unos perros buenísimos, que cogieron a un lobo, y cuando lo tenían enganchado, apareció el hombre y le dio un golpe en la cabeza con el cayado. Por entonces, los lobos ya no respetaban nada, borrego que nacía borrego que se comían, se comían hasta vacas grandes».

También el alcalde tiene anécdotas que relatar. Como la que en su día le contó ‘tío Basilio’. «Se organizó una batida para cazar a un lobo -cuenta Juan González-. La gente salió de Baños (de Montemayor) hacia arriba, gritando y haciendo ruido con cencerros, detrás del lobo. Al final consiguieron cazar a una loba que estaba preñada, al lobo no, pero no se le volvió a ver por la zona».

Aún quedan en La Garganta vecinos que vivieron en primera persona estas andanzas en torno a una especie mítica, cuya simple mención ya genera cierta expectación entre mucha gente. De ahí que el alcalde tenga claro que el centro de interpretación que quieren construir tiene que estar asociado desde su nombre a la figura del lobo.

Para tratar de evitar, o al menos minimizar, los daños que el animal causaba entre el ganado, se construyó el corral. Es un hoyo de unos 250 metros cuadrados, rodeado por un muro de piedras que al nivel del suelo tiene una altura lo suficientemente liviana como para que el animal percibiera que podía saltarla sin mayores complicaciones. «Se cuenta -amplía el alcalde de La Garganta- que dentro se dejaba una oveja viva, que hacía de cebo, y que lo normal era que sobreviviese porque el lobo dedicaba toda su atención a intentar saltar el muro». Acababa resultando infranqueable para el animal porque el muro se construía con una pendiente negativa (hacia el interior del círculo) y además, estaba coronado por losas más larga inclinadas hacia adentro. Así cazaban al lobo en La Garganta. Y con ese recuerdo intentan ahora -y a decir del alcalde están empezando a conseguirlo-, atraer turistas al pueblo.

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