Hasta 30.000 euros por ataques de lobo

La famosa frase «¡Que viene el lobo!», plasmada en el cuento infantil «Pedro y el Lobo» es cierta. Al menos en la Comunidad de Madrid ha vuelto. Esta buena noticia para los amantes de la naturaleza no es tan buena para los ganaderos por los ataques que ocasionan a animales, unas agresiones que han aumentado últimamente.

La Unión de Ganaderos de Madrid (Ugama) denunció seis ataques de estos cánidos a la cabaña ganadera entre octubre de 2013 y marzo de 2014. Y, ahora, el Gobierno regional ha establecido una línea de ayudas de 30.000 euros para compensar a los dueños de los animales agredidos por estos cánidos carnívoros y perros asilvestrados.

Sin embargo, la Consejería de Medio Ambiente ha venido minimizado estos ataques denunciados por el sector desde que se detectó supresencia estable en la región, alegando que suponen «una afección mínima» y apenas el 0,06% del total de la cabaña ganadera, cifrada en 62.000 cabezas.

De hecho, según las estadísticas autonómicas, la cifra de las agresiones registradas son parecidas, o incluso menores, en términos absolutos, a las registradas antes de detectarse la presencia estable del lobo en la región.

Mejores ayudas

No obstante, este departamento registra los daños causados por los estos carnívoros para pagar las compensaciones a los afectados. En este sentido, vienen asegurando que los importes que perciben los ganaderos por cada cabeza atacada «son similares, o incluso, superiores, a los que se otorgan en otras regiones como Castilla y León, donde la presencia de este carnívoro está más asentada».

En la Comunidad existe, al menos, una manada de media docena de lobos (tres adultos y tres cachorros), asentados de forma fija en el parque Nacional de Guadarrama, un hecho que no sucedía desde hace la friolera de 60 años. A ello se unen los de otras provincias limítrofes que transitan de forma puntual por nuestra región, sobre todo por la zona de Somosierra y el Valle del Lozoya.

Los ejemplares que viven de forma estable en la sierra lo hacen en las zonas del Puerto de Canencia y la Morcuera. El primer grupo fue detectado en 2011, tras observar los naturalistas su presencia más o menos estable desde 2009. Esta especie, perseguida como una alimaña y temida por los ganaderos por los daños que ocasionan a sus reses, quedó al borde de la extinción en la década de los 70.

Fuente noticia: http://www.abc.es/