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Lo que el oso sí ve

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Carlos Rodríguez del Valle Biólogo.

Llegó la primavera y con ella, el celo de los osos a los montes cantábricos. Durante esta época, los osos se desplazan más, prolongan su actividad durante gran parte del día y muestran un comportamiento menos esquivo. Por ello, esta es una época propicia para poder contemplarlos en su hábitat natural. Esto lo saben bien los aficionados a la observación de fauna y las empresas de turismo de naturaleza, que en esta época tienen en el oso uno de sus principales objetivos. Lo que unos y otros parecen olvidar en muchas ocasiones es que el oso sigue siendo una especie en peligro de extinción. Pero lo peor es que también parece olvidarlo la Administración regional, que es quien tiene la competencia y la responsabilidad de velar por su conservación.

Desde hace pocos años, el fenómeno de la observación de osos en su hábitat natural ha crecido de manera exponencial y se puede hablar de un auténtico «boom» del turismo osero. Cada año son más las empresas que explotan este negocio y también sigue aumentando el número de visitantes que acuden por su cuenta a tratar de ver osos en libertad. Esta novedosa situación fue abordada en una mesa redonda celebrada en el transcurso del XI Congreso de la Sociedad Española para la Conservación y Estudio de los Mamíferos (SECEM). En ella participó el investigador Andrés Ordiz, quien puso de manifiesto los problemas que podrían derivarse de este nuevo tipo de interacción entre osos y personas. Durante su exposición, proyectó algunos vídeos grabados por aficionados y colgados en internet, en los que se veía a osos huyendo ante la cercanía y las molestias provocadas por los observadores. En otros casos, los osos mantenían su actividad pero con una actitud vigilante, mirando repetidamente hacia la cámara. Es decir, se están produciendo interacciones con los osos que, o bien les provocan molestias que alteran su comportamiento, o bien se está forzando a los animales a habituarse a la presencia humana. Andrés Ordiz dejó claro que tanto las molestias como la habituación a las personas son situaciones indeseables que no se deberían producir.

El hecho de que los osos pierdan el miedo al ser humano puede dar lugar a incidentes peligrosos y llevar a un aumento de los ataques al ganado y a las colmenas. Lo que resulta seguro es que un posible incremento de la conflictividad social no traerá nada bueno para los osos. El Plan de Acción para la Conservación del Oso Pardo en Europa destaca que el aumento de los conflictos entre osos y personas resulta en un incremento de la mortalidad osera. Entre las directrices del Plan se destaca que en países como España el turismo puede llegar a ser una amenaza para los osos y debería ser regulado para evitar situaciones problemáticas.

Durante la pasada Semana Santa, una osa perdió una de sus crías en un monte de Cangas del Narcea. Nada excepcional si no fuese porque los días anteriores varios grupos de turistas accedieron a la cima de la misma peña donde, un poco más abajo, se encontraba la osa. Aunque es imposible relacionar esta circunstancia con la muerte del osezno, una situación así no debería haberse llegado a producir. Si una osa se ve obligada a abandonar el lugar que ha escogido como refugio para sus crías, será más probable que se encuentre con un macho adulto que pueda matar a los oseznos, con el fin de que la madre entre nuevamente en celo y poder aparearse con ella.

También en el Suroccidente asturiano se están dando casos estos días en los que decenas de personas se juntan para tratar de ver los osos a corta distancia con el fin de conseguir la mejor foto o la mejor observación. A través de los móviles o de las redes sociales los lugares donde se están viendo osos se dan a conocer en tiempo real y allí acuden raudos unos «amantes de la naturaleza» que más bien recuerdan a los «cazadores de tormentas» del este norteamericano.

La realidad es que en los últimos años se vienen repitiendo situaciones preocupantes relacionadas con el turismo de observación de osos, por eso la complacencia de la Administración con estos hechos resulta difícil de justificar. A la falta de voluntad política por intervenir, se une que el Plan de Ordenación de los Recursos Naturales en el Principado de Asturias (PORNA) tiene 20 años de antigüedad y no contempla como amenazas formas de ocio de aparición reciente que plantean nuevos riesgos para la conservación. La observación de fauna o las carreras de montaña son actividades que han adquirido una popularidad creciente en los últimos años, pero su impacto sobre la naturaleza nunca ha sido evaluado de una manera rigurosa. Por eso, desde algunos colectivos venimos reclamando hace tiempo una regulación de este tipo de actividades, sin que haya habido ningún tipo de respuesta en este sentido por parte de la Administración asturiana.

Ante esta pasividad de quienes gestionan el patrimonio natural común, empresas, turistas y aficionados a la observación de fauna tenemos que ser conscientes de que nuestras actividades pueden estar interfiriendo en la vida de los osos más de lo que a primera vista pudiera parecer. Cuestionarnos si estamos anteponiendo el negocio y el disfrute personal al bienestar de una especie que sigue estando en peligro de extinción es la incómoda pregunta que todos deberíamos hacernos.

Fuente noticia: http://www.lne.es/opinion/2014/05/04/oso-ve/1580057.html