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El lobo, el «Yeti» de Momalo.

Una ganadera moscona se lamenta de su indefensión ante los ataques de los cánidos tras perder a una novilla

18.10.2013 | 01:49

Ana González, junto a la novilla muerta en una finca de Villamarín (Grado).

Ana González, junto a la novilla muerta en una finca de Villamarín (Grado).

La zona del antiguo Alfoz de Salceo, en Grado, está esquilmada por los lobos. Al menos es lo que dicen los ganaderos, que denuncian sufrir constantemente los ataques de los cánidos a sus animales. El último asalto se produjo al amanecer del pasado lunes y la afectada es Ana González Coto, de Momalo. En el ataque perdió una novilla de dos años que estaba siendo criada para ser madre y otra tiene una herida en la pata trasera donde «entran dos manos», señala.

González asegura que los ganaderos se encuentran «indefensos» porque tienen problemas para certificar los ataques. «Vimos al lobo comiéndola y los guardas nos dijeron que no era del lobo, que son animales carroñeros y que la novilla ya estaría muerta», recuerda. También comenta que le sugirieron que podría tratarse de perros salvajes, aunque González no da crédito a este supuesto: «Jamás se vio ningún perro salvaje, es como decir que lo mató el Yeti».

Desde mayo pasado, González se ha quedado sin tres animales y otros dos se encuentran heridos en la cuadra, con los consiguientes costes y las pérdidas económicas porque «si tienes la suerte de que te los certifiquen pueden tardar un año o más en pagar». Por la novilla muerta, de raza asturiana de los valles y aptitud culona, recibirá una indemnización de 750 euros, aunque González cree que en el mercado rondaría los dos mil euros. Los ataques diezman los rebaños, pero también los ahorros de los ganaderos. A la tardanza en cobrar los daños se suman los gastos por la atención veterinaria de las vacas heridas. Un coste sin producción.

«Dicen que cuando el Principado tenga dinero pagarán, pero a mí cuando viene el veterinario o los impuestos nadie me pregunta si lo tengo o no», clama. Sin embargo, mantiene que «lo que queremos no es que nos paguen daños, sino que los lobos dejen de comer los animales porque a mí me parece muy bien que los quieran proteger, pero que les den ellos de comer porque lo hacen a nuestra costa».

González también se queja de que la administración les obliga a cumplir la normativa de bienestar animal. «Pero ¿cuándo ataca el lobo dónde está el bienestar? Que no me digan que eso no es sufrimiento», afirma. Plantearse dejar las vacas estabuladas también supone un aumento de los costes de producción y la administración promueve el pasto libre. González concluye que «no se dan cuenta de que nos echan a la quiebra cuando dicen defender el medio rural».

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