El reto de proteger a una especie de ciervo de solo 35 centímetros de altura

Una reserva en la Patagonia chilena concentra una labor de investigación liderada por el CSIC

Ciervos, aves, moluscos y corales, entre otros, concentran un trabajo que lleva inventariadas 3.000 especies diferentes

Endesa financia estas investigaciones 500 kilómetros al norte de una zona en la que proyecta construir cinco grandes presas hidroeléctricas

El pudú es el cérvido más pequeño del mundo. / CSIC
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En estos momentos, los ciervos de la península Ibérica se encuentran en plena época de celo, más conocida como berrea. Con casi 200 kilos de peso y una altura cercana al metro y medio, los machos persiguen a las hembras y se enfrentan a sus oponentes. A miles de kilómetros al suroeste, en la Patagonia chilena, investigadores españoles trabajan en la conservación de una especie de cérvido que, morfológicamente, está en las antípodas del ciervo rojo. Con sus ocho kilos de peso y 35 centímetros de altura el pudú es el cérvido más pequeño del mundo.

La filogeografía del pudú es la denominación de uno de los 10 proyectos que han llevado a cabo investigadores de diferentes centros del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), gracias a un convenio de colaboración suscrito junto a las fundaciones Endesa y San Ignacio del Huinay. Este convenio se acaba de renovar y dará la oportunidad a estos y otros investigadores del CSIC y de otros centros de presentar nuevas iniciativas encaminadas al estudio y conservación de la biodiversidad del estuario del Huinay y del fiordo Comau, en la Patagonia chilena.

“Aquí existe una diversidad inusualmente alta de especies, con un alto endemismo, y muchas de ellas desconocidas para la ciencia”, comenta la gerente general de la fundación San Ignacio del Huinay, María Teresa González, en el blog Actualidad Endesa. La filial de esta eléctrica en Chile, junto a la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, crearon la Fundación San Ignacio de Huinay en 1998 y desde entonces más de 340 científicos de todo el mundo han estudiado la biodiversidad de estas tierras y de sus aguas. “Es un laboratorio natural privilegiado, un paraíso para la ciencia”, añade González.

Los investigadores capturaron 91 ejemplares, la mayoría de la especie ‘Elaenia albiceps’. / CSIC

“En menos de 400 metros pasas de estar del nivel del mar a 1.600 metros de altitud, lo que te permite comprobar la adaptación de individuos diferentes pero de la misma especie a cambios repentinos y continuos del clima”, explica Diego Gil, investigador del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN/CSIC). Su equipo ha estudiado los efectos de estos gradientes de clima y altitud sobre las poblaciones de un pequeño pájaro, el fiofío crestiblanco, especie similar en apariencia a una curruca. Además del pudú y el fiofío, hongos, corales, alerces, moluscos y organismos microbianos que viven en ambientes extremos han permitido a los equipos de los diez proyectos que ahora presentan sus conclusiones conocer la adaptación de todos estos seres vivos a los ecosistemas de Huinay y Comau y las alteraciones naturales y artificiales que sufren.

En el caso del pudú, del que sobreviven 10.000 ejemplares tras un descenso de sus poblaciones debido a la caza y la fragmentación de su hábitat, expertos del Instituto de Investigación en Recursos Cinegéticos (CSIC‐ Universidad Castilla La-Mancha) proponen “considerar tres líneas evolutivas en los programas de cría en cautividad para que no se emparejen subespecies diferentes ni se suelten animales de una línea evolutiva en el área de distribución de otra”. De esta forma se favorece la viabilidad de los programas de conservación ex situ de una especie amenazada y catalogada como “vulnerable” en la lista roja de la UICN. En cuanto al estudio de una especie de coral (Desmophyllum dianthus) que solo vive en aguas someras en Huinay y otra zona de Nueva Zelanda, el análisis de los posibles cambios ecológicos y físico‐químicos del medio aconsejan adoptar medidas especiales de conservación para sus poblaciones.

El nuevo convenio firmado en estos días con la fundación Endesa servirá para financiar hasta un máximo de 15 ayudas en 2014 por un importe total de 80.000 euros. En esta ocasión, dentro de las condiciones que deben reunir los proyectos, aparte de estudios e inventarios de la biodiversidad presente en Huinay (se han inventariado más de 3.000 especies diferentes y descubierto 50 nuevas marinas), se valorará especialmente la investigación del impacto de la actividad pesquera en la zona, en concreto la relacionada con salmones y moluscos bivalvos. También se analizará el posible impacto de una carretera a lo largo del fiordo.

Científicos en un proyecto en el golfo de Cumau, donde han recolectado 14 especies de poliplacóforos (moluscos primitivos de pequeño tamaño). / CSIC

Sin salir de la Patagonia, este tipo de investigaciones financiadas por Endesa conviven con la intención de la compañía eléctrica de construir, unos 500 kilómetros al sur, en la región de Aysén, cinco centrales hidroeléctricas que sumarán 2.750 MW de potencia. Endesa considera que este macroproyecto, denominado HidroAysén, “contribuirá a la independencia energética de Chile al disminuir el consumo de combustibles importados y buscará responder a una creciente preocupación por el medio ambiente y el desarrollo de alternativas de generación eficientes, limpias y renovables”. Sin embargo, la iniciativa cuenta con una importante contestación popular, que se ha amplificado a escala mundial. Una las campañas más activas es Patagonia sin Represas, en la que se afirma que, de llevarse a cabo el proyecto, “se estaría permitiendo que el monopolio eléctrico que persigue su implementación por intereses comerciales privados se apropie gratuitamente de este valioso capital natural de todos los chilenos, y que sepulte, de paso, el sueño de Aysén de ser una región capaz de conservar su calidad ambiental”.

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