Fotografiando al lobo ibérico

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El lobo es uno de los mamíferos más difíciles de fotografiar. Acostumbrado a evitar nuestra presencia, para conseguir retrararlo es necesario armarse con un buen teleobjetivo, un trípode y mucha -muchísima- paciencia

 

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DIC 2013

Bien sea porque es muy difícil obtener imágenes de ellos o por su simbolismo, en la fotografía de naturaleza o vida salvaje hay animales que tienen un estatus especial. El lobo reúne ambas condiciones, y es por ello uno de los mamíferos más complicados de fotografiar. Pero antes de entrar en temas estrictamente fotográficos, es necesario hablar de los motivos que llevan a fotografiar a los animales salvajes, y más concretamente al lobo.

En mi caso, cuando me planteo hacer fotos del lobo ibérico, la intención conservacionista es clara. Esas imágenes, ya sean bellas fotografías de un lobo en la nieve o retratos de la cabeza de un ejemplar disecado en un bar, pretenden contribuir a la conservación de la especie y la preservación de su hábitat natural.

Esas fotografías han de ser capaces de comunicar las situaciones complicadas que atraviesan especies como el lobo. La fotografía de naturaleza no puede convertirse en una búsqueda de trofeos, sin más. Debe tener como base el respeto al animal y la intención de generar un interés por el conocimiento de la especie y su protección.

Un teleobjetivo de 600 milímetros asoma discretamente en un hide a la espera de lobos. | Foto: Andoni Canela

Pero para fotografiar al lobo y a otros muchos animales salvajes hay un proceso previo insalvable. Antes de salir con la cámara a por especies amenazadas o en peligro de extinción, se debe conocer bien la situación de cada animal: qué problemas de conservación tiene, si es perseguido, si hay caza furtiva del mismo y si las actividades fotográficas pueden ser perjudiciales para la especie. Es necesario tener documentación, sobre todo antes de empezar y también al acabar el trabajo fotográfico.

Después de la documentación e investigación previa viene la localización del animal. De hecho, aunque suene a contradicción, en la mayoría de salidas para fotografiar lobos lo que menos importa es la fotografía propiamente dicha. Antes están otras cosas, como saber por dónde se mueven (las zonas de paso dentro su territorio, los sitios en los que caza…) y llegar a localizarlos.

Difícil de encontrar

Como ya constatamos, el lobo es un animal perseguido en extremo y evita siempre que puede el contacto con el hombre. Tiene hábitos prácticamente nocturnos. En muchas épocas del año sólo se mueve de noche y durante las horas crepusculares, lo que hace todavía más difícil poder verlo y sobre todo fotografiarlo.

Foto: Andoni Canela

En muchas épocas del año el lobo sólo se mueve de noche y durante el crepúsculo, lo que hace todavía más difícil poder verlo y sobre todo fotografiarlo

Además, no es fácil moverse por el terreno donde el lobo vive: bosques, matorrales, abruptas laderas y un montón de escondrijos en los que los animales salvajes pasan desapercibidos. Dependiendo de la época del año, los lobos pueden estar casi en cualquier sitio de su territorio, llegándose a desplazar decenas de kilómetros de un día a otro.

Si nieva mucho, es más fácil seguir sus rastros sobre la nieve, pero el acceso al lugar donde se encuentran puede ser muy complicado. Ellos vuelan sobre la nieve gracias a sus patas adaptadas, mientras ciervos y humanos nos hundimos torpemente en ella.

A pesar de todo eso, una vez situado en el lugar donde creemos que podemos dar con ellos, hay diferentes maneras de fotografiarlos. Pero la clave es siempre la espera y la paciencia. De eso trata básicamente la fotografía de lobos. De esperar y mirar. Mirar y esperar. Pero también se necesita suerte.

Foto: Andoni Canela

La experiencia hace que uno sepa que los animales pueden aparecer sin previo aviso por cualquier lado. Incluso a tu espalda o en la dirección que nunca hubieras pensado. Y para localizar al lobo antes de que llegue el esperado momento de fotografiarlo (si es que éste llega) es imprescindible utilizar unos buenos prismáticos o un telescopio de calidad que permita la observación en las horas de poca luz, las más activas para esta especie.

La primera vez que vi y fotografié a un lobo fue en la Sierra de la Culebra, en Zamora, en 1993. Estuve nueve días seguidos saliendo al monte y volviendo sin ninguna foto. Huellas, bonitas fotos de paisajes con niebla y la fantástica compañía del gran Manolín, con quien tuve la fortuna de aprender mucho sobre lobos, historias, leyendas y la lectura de los rastros del lobo en el barro.

Foto: Andoni Canela

Los lobos suelen estar muy lejos, a un kilómetro o 500 metros. Eso complica mucho poder obtener fotos de calidad

Y fue en el décimo día a las ocho de la mañana, el mismo día en que me iba de allí, cuando vi a un lobo. Llovía fuerte y lo vi atravesando un cortafuegos a unos 200 metros de distancia. Tuve tiempo de hacer clic cuatro o cinco veces, hasta que el lobo desapareció.

Pude comprobar después que, a pesar de la emoción de fotografiar a un lobo, las fotos no valían gran cosa. Sin embargo, el simple hecho de ver al lobo ya era suficiente para insuflarme energía y querer regresar de nuevo en cuanto tuviera ocasión.

Las herramientas de trabajo

Un par de cámaras y cuatro teleobjetivos que uso según las circunstancias conforman el equipo que he utilizado para fotografiar lobos estos últimos años. Habitualmente uso una de las cámaras que mejores resultados dan al trabajar con sensibilidades altas, algo que es muy importante en las horas vespertinas en que aparecen los lobos. Cuando la luz es abundante puedo emplear el otro cuerpo, cuyo factor de recorte sobre la distancia focal me permite conseguir un mayor aumento.

Foto: Andoni Canela

Para la fotografía de lobos hay un objetivo que he utilizado durante años y que es obligatorio llevar siempre encima. Se trata de un tele fijo de 600 milímetros con una apertura de f4. Uno de los grandes problemas acostumbra a ser la distancia. Los lobos suelen estar muy lejos, demasiado lejos para poder fotografiarlos, a un kilómetro o 500 metros de distancia. Eso hace que normalmente sea muy difícil poder obtener fotografías de calidad.

Por este motivo suelo utilizar multiplicadores de 1,4x y 2x cuando las distancias son extremas y la cantidad de luz lo permite. A veces hay suerte y están a 200 o 300 metros. En ocasiones muy excepcionales es posible fotografiar un lobo a unos 100 metros.

Hay otra cosa que hay que llevar siempre encima cuando se sube a la montaña: el trípode, imprescindible al trabajar con tan pesados teleobjetivos, si bien algunas veces he tenido que fotografiar algún lobo a pulso cuando éste ha aparecido por sorpresa.

Foto: Andoni Canela

La clave es siempre la espera y la paciencia. De eso trata básicamente la fotografía de lobos. De esperar y mirar. Mirar y esperar

Recuerdo una vez este verano cuando vi un lobo sólo durante un instante. Hacía sol y llevaba el equipo en la mochila. Saqué la cámara, monté el objetivo, lo apoyé en la rodilla y pude hacer una foto del animal. ¡Sólo una fotografía! A una velocidad alta la foto quedó perfecta. Pero sólo hubo una imagen; el animal no me dejó tiempo para otra.

Dependiendo del camino que sea necesario realizar hasta el lugar de destino (desnivel, facilidad de acceso…), no queda otra opción que llevar el objetivo en la mochila. Si no, tardaríamos unas cuantas horas más a llegar al punto de espera.

Este verano también tuve que recurrir a un elemento fundamental en mi mochila. Se trata de la cinta americana o duct tape, una cinta aislante especialmente fuerte y resistente gracias al tejido que lleva incorporado. Es tan resistente que incluso te puedes colgar de ella como si fuera un salvavidas.

Foto: Andoni Canela

El caso es que me había olvidado la base del trípode que se ajustaba al objetivo que necesitaba. Y la opción de fotografiar a pulso con un equipo de 8 kilos durante varias horas se presentaba como un suplicio con grandes posibilidades de fracaso en la obtención de buenas fotos. La solución tardó sólo unos instantes en aparecer: cinta americana bien apretada entre el objetivo y el trípode.

Pero también hay alguno de esos días en que todo viene de cara: la luz, la distancia, la actividad de los lobos… En estas circunstancias es cuando la fotografía de fauna salvaje tiene sus momentos de clímax, de éxtasis. Un animal que buscas desde hace meses está delante de ti, sin sentir tu presencia, rodeado por un paisaje de ensueño y con buena luz, o al menos la luz suficiente para poder fotografiarlo.

Foto: Andoni Canela

Hay días en los que todo viene de cara: la luz, la distancia, la actividad de los lobos… Es entonces cuando la fotografía de fauna salvaje tiene sus momentos de clímax, de éxtasis

Recuerdo en especial una de esas mañanas con el olor y el fresco del otoño. Una manada de cinco lobos, la madre loba y el macho alfa. El grupo jugando feliz bajo el sol, rodeados de montañas y bosques espléndidos. Esas fotografías quedaron excepcionalmente bien, pero el final no fue tan feliz como parecía. Semanas después me llegaron fatales noticias: como explicábamos en el anterior artículo, dos de esos cachorros fueron abatidos a tiros.

Se puede decir que no es lo mismo la fotografía profesional que la de aficionado, aunque últimamente las diferencias parezcan cada vez menores. Pero ambas deben ser igual de respetuosas y éticas en sus actuaciones sobre el terreno.

Hay que respetar siempre las distancias de observación, las zonas de acceso restringido y de reproducción, y no poner en situación de riesgo a los animales por querer obtener una foto. Asustar a los lobos puede suponer que abandonen una zona segura y vayan a otra con serios peligros para ellos.

Piel de un lobo cazado en la Reserva Nacional de la Culebra (Zamora) a finales de los años 90. | Foto: Andoni Canela

No hay que poner en situación de riesgo a los lobos por querer obtener una foto. Asustarlos puede suponer que abandonen una zona segura

Lo ideal sería que las administraciones regularan la actividad y se profesionalizara la figura de los guías. En España actualmente existen diferentes alternativas para poder hacer salidas fotográficas en busca del lobo. Sobre todo en la Sierra de la Culebra, pero también en Riaño.

Entre ellas cabe mencionar varias de las organizaciones de turismo ecológico con las que he tenido alguna relación. Es el caso de Galanthus, Llobu, La Veniata y WildWatchingSpain, entre otras, que mantienen dentro de su actividad profesional una ética conservacionista y de respeto al lobo.

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