El lobo ibérico sufre la persecución legal e ilegal de cazadores. Una práctica que amenaza la supervivencia de esta especie y que en ocasiones cuenta con el apoyo de la administración e incluso con la connivencia de los guardas de algunas reservas.
Andoni Canela | Montaña de Riaño (Picos de Europa) 12 de noviembre de 2013 Unas semanas después de volver de la Cordillera Cantábrica me quedo asombrado leyendo algunos titulares en la prensa. «Los populares piden que el control del lobo en la comarca lo hagan cazadores», «Guardas y cazadores podrán abatir lobos en casos ‘excepcionales'», «Para que los controles del lobo sean efectivos deben realizarse dentro y fuera de los Picos», «La feria de Onís, contra el lobo», «UE [sic] inicia el estudio de la denuncia contra la matanza de lobos en Asturias», «Las jornadas de caza en la Reserva del Saja se saldaron con unos trofeos no esperados: tres lobos», «De momento son 32 los lobos abatidos en Asturias en 2013» … y así un largo etcétera. ¿Hemos vuelto al siglo pasado? Pero lo más sorprendente, que normalmente no queda reflejado en los artículos, son las noticias que me llegan de amigos, de compañeros que trabajan en el monte y de medios especializados en el lobo ibérico. Primero, cinco cachorros de una misma manada exterminados en Asturias. Luego, tres cachorros más en León y otros dos en Asturias. En octubre, seis lobos más son muertos por disparos en Cantabria en dos batidas de caza. Entre septiembre y octubre, en un periodo de pocas semanas, matan a una treintena de cachorros y lobos jóvenes en Asturias, León y Cantabria.
Cachorros, lobeznos o lobos jóvenes muertos sin ningún remordimiento. Algunos de manera legal y otros furtivamente. Llama la atención que los cazadores (y los guardas) vayan a lo fácil: liquidan sin ningún miramiento a los cachorros de pocos meses.