NIÑOS QUE DIBUJAN LOBOS

Daniela Bravo dibujo Lobo Marley 2016Hace más de 30.000 años los primeros Homo sapiens llegaron a Europa. La vida de esas gentes, sin nuestras comodidades y avances tecnológicos, nos parecería dura e inclemente. Les recibió un continente en plena glaciación, con inviernos largos y gélidos para los cuales sus cuerpos esbeltos, forjados por la sabana africana, no estaban preparados. Pero había razones excelentes para quedarse, ya que estas latitudes les ofrecían un verdadero paraíso natural, con una fauna abundante y espectacular. Y ya desde su llegada tuvieron claras sus prioridades, una de las cuales quedó plasmada en las paredes de las cuevas, sobre todo en la península ibérica y en Francia. Y es que en medio de su lucha por la supervivencia, para nuestros ancestros había una actividad irrenunciable: ¡dibujar animales!

 

Las pinturas rupestres de Altamira o Chauvette son ejemplos de preservación casi milagrosa, y es inevitable pensar en los miles de dibujos que se realizaron en soportes más efímeros, y que nunca podremos ver. Nuestros antepasados dedicaban mucho tiempo y esfuerzo a dibujar animales, y desde que se descubrieron los primeros ejemplos de arte rupestre hace más de un siglo, a los antropólogos les ha chocado que aquellos pueblos se pudiesen permitir semejante “lujo cultural”; al fin y al cabo ¿no se suponía que su vida era una breve y penosa lucha contra los elementos? Por ello siempre se han buscado interpretaciones pragmáticas, que ven esos dibujos como una herramienta de caza más. Al arte rupestre se le degrada interpretándolo como “magia imitativa”, lo que implica que aquellos cazadores dibujaban a los bisontes en las paredes de las cuevas para hacer “simulacros” de caza y propiciar un mayor éxito cinegético, y que de no ser por esa burda supersitición, nunca se habrían molestado en dibujar al bisonte en primer lugar.

 

5e25bbd9-8059-4469-a049-14987f929d15Las teorías al uso sobre la motivación de los artistas del paleolítico tienen una cosa en común, y es que ninguna de las personas que las han elaborado es un dibujante de animales. Si lo fuesen, sabrían la verdad básica sobre esta actividad y es que los que la practicamos no necesitamos una razón más o menos rebuscada para hacerlo, si no que más bien sería necesaria una poderosa razón para dejar de hacerlo. Los animales ejercen una fascinación natural sobre las personas, y si nos quedan dudas sobre ello basta con fijarnos en los niños. A todos los niños les gustan los animales y a todos les gusta dibujar. Sólo la continua influencia de la sociedad adulta les va secando esas inclinaciones innatas y les va “centrando” en un mundo donde se priorizan las cosas “prácticas”. Siempre me ha resultado patético ver cómo los padres primero rodean a los niños pequeñitos de ropas, juguetes y libros llenos de imágenes de animales caricaturizados, y luego cuando crecen les enseñan que los animales de verdad manchan, molestan, y no deben distraer la mente de un adulto que se precie (salvo, claro está, para sacarles provecho). Incluso en la enseñanza de la biología los animales concretos a menudo se consideran un tema infantil que sólo puede interesar a mentes simples. Y así se mata, a lo largo de la vida, nuestra afinidad instintiva con la biodiversidad, una afinidad que existe por algo y que de hecho es una adaptación para nuestra supervivencia a largo plazo.

 

Por esta razón, cada vez que nos invade el temor de que se pierda la sensibilidad hacia el mundo natural, conviene recordar que cada nueva generación viene al mundo con su carga genética completa e intacta, y que cada niño es como un plantón: si lo podamos y lo limitamos se puede convertir en un pobre bonsai retorcido, pero si le damos libertad para crecer naturalmente, se convierte en un árbol sano y vigoroso. Y un ejemplo muy refrescante lo hemos podido ver recientemente con motivo del primer concurso de dibujo escolar “Lobo Marley”. Le pedimos a los niños que dibujasen lobos, y la colección de obras que nos han mandado nos arranca inevitablemente una sonrisa y nos devuelve la esperanza.

 

70ead93b-2e37-4496-b890-9cef7c346136El ganador absoluto del concurso fue el dibujo de una niña de primaria llamada Daniela, un dibujo que muestra una escena nocturna donde dos lobos, según nos cuenta su autora, persiguen a un grupo de murciélagos. El paisaje corresponde a unas colinas iluminadas por las estrellas y por una luna enorme. Personalmente lo que más me gusta de este dibujo es la frescura con que representa el mundo de la noche, un mundo que tradicionalmente se asocia al miedo y la superstición, pero que en este dibujo parece invitarnos al viaje y la exploración. Es el misterio como estímulo, no como tabú y prohibición. En muchas personas adultas, la combinación de la noche, el lobo y los murciélagos despierta una reacción de pánico casi ridícula, pero en el dibujo de Daniela todavía no han entrado esas influencias domesticadoras. El espíritu de Daniela es libre, y el papel y las pinturas son sus herramientas para plasmar esa libertad.

 

Daniela vino con su famila a recoger su premio en la sede de Lobo Marley, en el Gabinete de Historia Natural de Madrid, y al instante pudimos entender porqué esta niña había creado un dibujo tan estupendo. Y es que tuvimos el privilegio de conocer a una familia maravillosa, con una actitud desprejuiciada y estimulante que permite que los talentos de los niños se muevan como pez en el agua. Y la buena noticia es que hay muchas familias así. Sigue siendo cierto que a nuestro alrededor los signos de un pasado cultural siniestro y asfixiante persisten por doquier y nos llenan de desánimo. Pero el futuro son los niños, y hay muchas y buenas razones para pensar que el futuro va a ser más alegre y más libre que el pasado, y mucho más natural. Los lobos van a ser los aliados de estos niños para instaurar ese futuro que no ha de llegar sin resistencia, pero que es inevitable. En ese futuro, la naturaleza, como los dibujos de animales de nuestros antepasados paleolíticos, no será un lujo, sino aquello que marca la diferencia entre la mera supervivencia y la vida plena.

 

Mauricio Antón

Vicepresidente de Lobo Marley