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Manifestación en defensa del Lobo ibérico 2017

LoboVivo LoboProtegido 2017 - media¡LOBO VIVO, LOBO PROTEGIDO!
Manifestación en defensa del Lobo ibérico 2017

Te invitamos a ser parte de la lucha por la defensa del lobo en España, súmate y marcha junto con nosotros el proximo 12 de marzo en Madrid.

El año pasado fuimos más de 20.000 personas llenando la Puerta del Sol, este año necesitamos ser muchos más para demostrar que el lobo tiene el apoyo de la sociedad civil. Esta es una manifestación a favor de todos y en contra de nadie, por la biodiversidad y nuestro patrimonio natural.

Convocan: Lobo Marley, Ecologistas en Acción, WWF España, EQUO, European Greens y European Alliance for Wolf Conservation

Entidades interesadas en sumarse escribir al correo electrónico defensalobo@gmail.com

¡Te necesitamos!

LOBO MARLEY PIDE ESCLARECER LA CAUSA DE LA MUERTE DE UN PERRO DURANTE UNA BATIDA DE CAZA EN PRAVIA

Pravia Asturias Lobo Marley pide a través de una denuncia penal y administrativa que se determine mediante una necropsia si la muerte de un perro durante una batida de caza en el municipio asturiano de Pravia fue debida al ataque de un lobo o a un posible delito de maltrato animal.

 

El suceso tuvo lugar el pasado 6 de enero, y según manifestó el propietario del perro, un lobo atacó la cabeza del animal mientras estaban cazando corzos. En una de las fotografías difundidas, el perro presentaba como causa de su muerte, únicamente, una profunda herida en el cráneo. En otra, supuestamente obtenida tres horas después de la muerte del animal, se observa un corte extremadamente limpio que le secciona toda la zona abdominal. Estas imágenes hacen poner en duda que la muerte del perro se debiera al ataque de un lobo por sus características comportamentales, máxime mientras se celebraba una batida.

 

Tanto las fotografías del cadáver del perro, como el contexto en el que supuestamente se desarrolló el ataque e ingestión del animal, por parte de un lobo, desde un punto de vista etológico, no son verosímiles. Es por este motivo por el que se solicita un esclarecimiento de los hechos mediante el único método que determinará sin género de duda si la muerte se produjo por un ataque de lobo o si estamos ante un delito de maltrato animal.

 

Hay que recordar que, actualmente la Guardia Civil investiga a 20 personas que reclamaban subvenciones por daños producidos supuestamente por ataques de lobos. La investigación se inició en 2014 con cientos de expedientes tramitados por el gobierno regional de Asturias y en muchos casos se determinó que tales daños no habían existido. Se estima que podían haber sido percibidos ilegalmente más de 200.000 de euros por estas denuncias fraudulentas.

 

Visto que criminalizar al lobo sale muy rentable, exigimos mayores controles y constatación por medio de las correspondientes necropsias que determinen la realidad que se esconde tras casos como el producido en los montes de Pravia, máxime cuando podemos estar ente un delito penal.

CAZA, TAXIDERMIA Y NORMAN BATES

huntress-and-leopardRecientemente hemos leído una instructiva entrevista al presidente de la Federación de Caza de Castilla y León en relación con la prohibición de cazar en los Parques Nacionales, que se hará efectiva al inicio del 2021. Como cabía prever, este señor profetiza que si dicha prohibición se lleva a cabo será poco menos que el apocalipsis del mundo rural. Le duele especialmente que le impidan cazar lobos, y dice: «No sé por qué hay que dejar de cazar lobos cuando las ganaderías extensivas en Castilla y León han pasado de 14.000 a solo 3.000 en diez años. Se ha condenado a mucha gente a la ruina y a que no vivan en zonas rurales o se conviertan en desiertos por no haber sistemas de vida”. Más allá de este solapado intento de culpar al lobo del declive de la ganadería regional, la entrevista se convierte en una exposición de las virtudes de la actividad cinegética para la conservación de la naturaleza, donde el cazador es el mejor aliado de la sabiduría ancestral del campo, etc. Esto no es nuevo: los cazadores no pierden ocasión de decirnos que ellos son los verdaderos conservacionistas, y que además aman profundamente a los animales, aunque añaden que este amor es una emoción tan compleja que nadie que no sea cazador puede entenderla. Pero con un poquito de sutileza psicológica sí que es posible entender esa pasión, como veremos.

 

Hay que admitir que, a menudo, el cazador siente verdadera fascinación por algunos animales, pero se trata de una atracción profundamente posesiva, y por lo tanto incompatible con la libertad de esos seres. Por eso necesita acabar con esa libertad, y sólo en el momento en que los ha reducido a meros cadáveres puede sentirse satisfecho. Una vez abatidos por su escopeta, por fin puede “amarlos” sin que se le escapen. Esta contradicción perversa es el origen de tantas fotos como vemos en internet en las que el cazador posa con su presa como si ésta estuviese dulcemente dormida en vez de ser la víctima de una muerte violenta. La cazadora rubia que posa con su leopardo a hombros parece casi una pastorcilla que lleva a su tierno corderito de acá para allá.

 

Los cazadores suelen asegurar que los conservacionistas vemos a los animales como ositos de peluche porque no conocemos tan bien como ellos las duras verdades de la naturaleza. Sin embargo, son precisamente ellos los que convierten a sus víctimas en siniestros peluches eternos exhibidos en su salón. ¿Por qué? Muy sencillo. Una vez que han matado al lobo o al leopardo, pueden por fin acariciarlo a placer, pero el problema de que el bicho esté muerto es que con el tiempo se termina por pudrir. Pero la taxidermia ofrece la solución definitiva a ese inconveniente, y es precisamente la taxidermia como destino de las víctimas del cazador de trofeos lo que nos permite entender su complejo “amor” por los animales.

 

Una genial exposición literaria de la taxidermia como apropiación posesiva la encontramos en la película “Psicosis”, de Hitchcock. Cuando la joven Marion llega al funesto motel de Norman Bates (donde será apuñalada en la clásica secuencia de la ducha) y se interesa por las numerosas aves disecadas, Norman le dice: “no vaya a creer que entiendo de pájaros vivos… mi pasatiempo es rellenarlos”. Y luego dice que lo hace porque los pájaros “adquieren cierta pasividad cuando están disecados”. Esa pasividad ante el dominio de Bates es la clave de la taxidermia como acto necrófilo, pero, por si el simbolismo no quedaba lo bastante claro, Hitckock lo recalca con el gran giro argumental de su película. Al final descubrimos horrorizados cómo el pequeño Norman Bates se sentía celoso cuando su madre se echó un amante, por lo cual los envenenó a ambos. Pero él pensaba que su afán posesivo hacia su madre era “amor”, y no quería perderla, sobre todo ahora que, ya cadáver, no tenía voluntad propia y era un mero juguete en sus manos. Por eso la disecó, en un acto que en cierto modo resume el significado profundo de la taxidermia cinegética. La próxima vez que un cazador le diga que él ama a los animales de una manera que usted no puede entender, le invito a pensar en Norman Bates y en su madre disecada. Podríamos decir que el cazador diseca a la Madre Naturaleza de una manera igual de “amorosa”.

 

Obviamente no olvido que Norman Bates es un personaje de ficción, que traigo a colación aquí sólo como recurso dialéctico. Tampoco pretendo equiparar los crímenes de un asesino en serie con la actividad cinegética, simplemente utilizo estas figuras literarias como ejemplos de actitudes generales, ya sea de posesividad o de afectividad mal entendida. En su disertación “War within Man”, el gran Erich Fromm definía dos orientaciones opuestas en las personas, la biofilia, positiva y creativa, y la necrofilia, destructiva y negativa. En esa obra escribe: “La persona necrófila sólo se puede relacionar con un objeto, ya sea una persona o una flor, si lo posee; por lo tanto, cualquier amenaza a esa posesión es una amenaza contra él mismo, porque si pierde la posesión pierde el contacto con el mundo”. Desde el punto de vista psicológico, la pataleta de los cazadores ante la futura prohibición de cazar en los Parques Nacionales es una muestra más de esa posesividad que tan claramente define la actitud necrófila.

 

El grito de “Viva la Caza” que circula acá y allá por las redes sociales nos trae un eco inquietante de aquél otro eslógan que hizo estremecer a Miguel de Unamuno en 1936, durante la tristemente célebre alocución de Millán-Astray en la Universidad de Salamanca. En aquella ocasión el filósofo dijo “Acabo de oir el necrófilo e insensato grito de Viva la Muerte”, y al final terminó con las contundentes palabras “Venceréis pero no convenceréis”. Salvando las obvias distancias, no quisiera uno creer que en pleno siglo XXI los defensores de un pasatiempo perverso y antieducativo puedan vencer a la larga, pero tal vez lo más triste es que haya personas de bien que todavía se dejen convencer por una manojo de sofismas y engañifas que no aguantan el más elemental escrutinio crítico. Bajo cualquier circunstancia las pretensiones de los cazadores de “gestionar” la fauna son cuestionables, pero en el caso de los Parques Nacionales, y refiriéndose para colmo a la caza de predadores apicales como el lobo ibérico, resultan simplemente ridículas, y deben entenderse como lo que son: meras excusas para mantener un hobby minoritario cada vez más rechazado por la sociedad. La prohibición de la caza en los Parques Nacionales no es más que una consecuencia lógica de la finalidad de esos espacios protegidos, y si hay algo escandaloso es que se esté concediendo tanto tiempo al sector cinegético para renunciar a una actividad tan dañina como injustificable en las joyas de la corona de nuestra naturaleza.

 

Mauricio Antón

Vicepresidente de Lobo Marley

 

Carta al Zoo de Barcelona

logo zoo barcelonaAsociación Lobo Marley C. Victoria 9, Madrid

27-12-2016

A la atención de Conrad Enseñat, Conservador de mamíferos y Dr. Hugo Fernández, jefe del servicio veterinario, Parc Zoològic de Barcelona.

Sobre el estado de los lobos ibéricos que forman parte de la colección del parque.

 

Estimados señores:

Hemos seguido con preocupación algunos incidentes acaecidos en el seno del grupo de lobos ibéricos que se mantienen en el parque zoológico de Barcelona, y queremos dirigirnos a ustedes para expresarles nuestro malestar al respecto. Somos conscientes de que el mantenimiento de una especie con una estructura social compleja como lo es el lobo ibérico dentro de las limitaciones propias del espacio de un zoológico implica una dificultad añadida. Pero no es menos cierto que las agresiones en un grupo de lobos son fácilmente observables en cautiverio, debido a las vocalizaciones y expresiones faciales de estos cánidos, dentro de su conducta social.

Por ello pensamos que después de la muerte de la loba “Penélope” por agresión de sus congéneres, en concreto sus hijas, en Septiembre de 2013, se deberían haber tomado medidas para que no se repitieran sucesos de esa índole. En su momento los medios de comunicación se hicieron eco de esa muerte, al tratarse de la misma loba que había escapado del recinto en 2011 (una fuga que por lo demás fue consecuencia de un fallo de los responsables del centro, ya que la valla tenía entonces una altura a todas luces insuficiente). Desgraciadamente la historia se ha repetido, y otra loba ha muerto en Octubre de 2016. Teniendo en cuenta las marcas de mordiscos y cicatrices que presentaba el ejemplar resulta evidente que ha tenido el mismo trágico y violento destino que su madre, y que las agresiones no fueron fortuitas. La muerte del animal no se produjo de un día para otro, sino que repetidas peleas jerárquicas, una vez más, han terminado con el más débil, y se ha permitido que esto ocurra a pesar de la existencia de un claro precedente. Durante los meses de Noviembre y Diciembre del mismo año se ha observado a una tercera loba cojear severamente y esto nos hace temer que la situación puede volver a repetirse.

Confiamos en que ustedes o sus superiores tomen medidas en lo que al bienestar de estos ejemplares se refiere y si no es posible la estabilidad social del grupo, se realicen mejoras en las instalaciones, tales como una ampliación de las mismas, o bien se busque un centro más idóneo donde poder acoger al grupo o cuando menos a alguno de los tres individuos que todavía siguen con vida.

La evolución y el estado de estos animales no resulta aceptable en una institución que se precia de salvaguardar el futuro de especies amenazadas, y menos todavía teniendo en cuenta que hasta ahora Enseñat es la persona responsable de la coordinación de la EEP (programa Europeo de cría) de esta emblemática especie.

 

Atentamente,
El equipo de Lobo Marley

Ganadería extensiva y lobos en el siglo XXI

Ganadería extensiva y lobos en el siglo XXIEn el marco del desarrollo de nuevas iniciativas y/o mejorar las ya existentes, se han celebrado en la Biblioteca Pública Iván de Vargas de Madrid, unas jornadas donde el Lobo Ibérico y la ganadería extensiva han sido los protagonistas. En este punto de encuentro se han dado cita, de una parte, representantes de diferentes comunidades autónomas, como lo son: José Ignacio Ortega Pecharromán, consejero de Agricultura y Ganadería de la Junta de Castilla y León y Orencio Hernández Palacios de la Dirección General de Biodiversidad del Principado de Asturias. Y por otra parte, representantes del Cuerpo de Agentes Medioambientales de la CAM, ganaderos y miembros de otras plataformas y ONG’s. Lobo Marley estuvo allí presente.

La postura de las administraciones está clara: Consideran que el lobo compite con los recursos naturales y humanos, provoca daños y hay que hacer frente a esos daños. Y aunque ambos coinciden en considerar positivamente el uso de medidas preventivas y el pastoreo como herramientas de trabajo y persuasión, también reconocen la poca o nula posibilidad de llevar a cabo algunas de ellas, como por ejemplo la instalación de apriscos y otros cerramientos, fijos o móviles, dadas las dificultades, por un lado, orográficas y por otro, la fragmentación del espacio que se produce por el gran número de explotaciones ganaderas, sobre todo en Asturias. La Junta de Castilla y León mantiene la excepcionalidad del control letal de lobos al sur del Duero. Sin bien, las líneas de trabajo o de gestión por parte de estas administraciones las conocemos todos, hay que decir también que ambas reconocen el diálogo como medida de entendimiento con la parte afectada y la lucha en pro de favorecer la coexistencia, minimizar los daños y compensarlos en tiempo y forma de manera adecuada.

Con especial interés seguimos la charla de Jaime Sánchez Barajas, ganadero de ovino en la sierra noroeste de Madrid en la que convive y comparte espacio con el lobo. Jaime sale diariamente con su ganado acompañado por mastines y no ha tenido ningún problema. Todo un ejemplo.

Representantes del Cuerpo de Agentes Medioambientales, Javier y José Luis, nos acercaron a la realidad del monte, al día a día con los ganaderos y sus ganados y a los problemas con los que se enfrentan diariamente. Ellos son los primeros en acudir a las zonas de conflicto y si procede, los que abren diligencias e inician los expedientes. No entienden y así lo contaron, como es que en zona ganadera y lobuna se intensifique la actividad cinegética.

Ramón Pérez de Ayala (WWF) nos acercó un poquito más al proyecto Life destinado a Andalucía y dirigido a informar, sensibilizar y concienciar sobre el posible regreso del lobo al sur peninsular.

Por último y promovido por Theo Oberhuber (EA), se creó una «Fila 0» donde representantes de otras organizaciones aportaron su granito de arena en éstas jornadas. En ella participaron Juan López de Uralde (Equo), Mauricio Antón (Lobo Marley), José Luis Sánchez (CCOO Agentes Medioambientales) e Isabel Díez Leyva (EA), exponiendo los puntos de vista y actividades de sus respectivas organizaciones sobre el tema, mientras que Máximo Muñoz nos contó su iniciativa de hacer una petición para crear una certificación de carne de ternera respetuosa con el lobo en la provincia de Ávila.

 

Agradecer la iniciativa a Ecologistas en Acción, por crear el espacio y generar el encuentro.

 

Equipo de Lobo Marley

LA FISCALÍA GENERAL DEL ESTADO DEJA A LA SOCIEDAD CIVIL LA DEFENSA DEL LOBO IBÉRICO

Hace dos años, Lobo Marley se reunió con el fiscal de Medio Ambiente, Antonio Vercher, en la sede de la Fiscalía General del Estado. Llamamos entonces su atención sobre la infame modalidad de caza de lobos con cebaderos desde casetas en Castilla y León, una práctica contraría a la letra y al espíritu de la ley de caza pero sobre todo desleal e injustificable. El fiscal nos pidió que le aportásemos cuanta documentación pudiésemos conseguir al respecto, cosa que hicimos cumplidamente.

 

Ahora, dos años después, la fiscalía finalmente nos envía una carta en la que reseña el resultado de sus actuaciones, y cuyo texto ponemos a disposición de quienes quieran consultarla. En ella nos comunican que, efectivamente han comprobado que tanto en el caso de Zamora como en el de Palencia queda “confirmada la realidad de las prácticas denunciadas, que se desarrollan con el conocimiento y amparo de los correspondientes organismos de la Junta de Castilla y León”. No obstante, archivan la denuncia al no poder acusar a la administración por permitir esas prácticas.

 

Por su parte la Junta de Castilla y León se ha intentado amparar en la interpretación de que se puede cebar a los animales para cazarlos usando productos atrayentes si estos tienen un carácter “selectivo y no masivo”.

 

La Unidad Técnica de la fiscalía ha tomado nota de las sucesivas actuaciones de la Junta sobre este asunto y ha expedido un informe con fecha de 18 de octubre de 2016 en el cual se concluye literalmente que “la interpretación realizada por la junta de Castilla y León para poder autorizar los productos atrayentes en el ejecicio de la caza amparándose en su carácter selectivo y no masivo, carece totalmente de argumentos científicos”. Continúa el informe diciendo que “es manifiesta la existencia de normativa que prohíbe el uso de productos o cebos atrayentes para la fauna en el ejercicio de la caza”, y añade que “el hecho de que el Real Decreto 1095/89 especifique como método prohibido el uso de todo tipo de cebos, gases o sustancias atrayentes hace imposible su autorización”.

 

Pero a partir de aquí entramos en la ambigua esfera de los tecnicismos legales. Dado que la regulación de la caza está transferida a las autonomías, éstas pueden hacer interpretaciones retorcidas de la normativa e intentar priorizarlas sobre el texto de la ley general. Y ante este aparente callejón sin salida, la fiscalía archiva las actuaciones, pero nos recuerda que “dicho archivo no produce efectos procesales por lo que si Usted lo estima oportuno puede presentar denuncia por los mismos hechos ante el Juzgado de Instrucción competente”. Más aún se nos dice que “dado que el Ministerio Fiscal carece de legitimación en ese ámbito parece oportuno que en la medida de lo posible desde esa organización (Lobo Marley) se valore la interposición de los correspondientes recursos en vía administrativa contra las resoluciones en que la Administración defienda el uso de productos atrayentes”.

 

Así pues, queda en manos de la sociedad civil, y en particular de asociaciones como la nuestra, el entrar al enamarañado (y cada vez más caro) mundo de las demandas judiciales para intentar demostrar cosas que son de sentido común. ¿Es la práctica de cebar a los lobos selectiva? Baste con pensar en el legendario sentido del olfato del gran cánido: la carroña de un gran ungulado colocada en la Sierra de la Culebra atraerá a lobos desde kilómetros a la redonda, provenientes de la reserva de caza, de los cotos colindantes e incluso del vecino Portugal. Sólo este hecho ya contraviene tantas normativas que no haría falta ninguna consideración adicional para prohibir este siniestro pasatiempo. Pero en la práctica las cosas no son tan sencillas.

 

Y es que la ley a menudo está hecha para beneficio de quien cuente con más recursos para entrar en kafkianos laberintos procesales. El camino se promete largo, pero como continúa diciendo al carta de la fiscalía, “la consolidación de una doctrina jurisprudencial que estimara los argumentos contrarios a esa interpretación (la de la Junta de Castilla y León) podría ser el punto de partida para exigir responsabilidad en el ámbito penal de quienes no respetan esa exégesis judicial”. Además se nos dice que “sería necesario que (…) se denuncien aquellos actos ilícitos de caza que desautoricen la interpretación de la Junta”.

 

Desde luego, Lobo Marley no se va a rendir. Con el apoyo de nuestros socios seguiremos luchando en los frentes autonómicos, nacionales e internacionales hasta conseguir nuestros objetivos: primero, el cumplimiento de la ley vigente, y segundo, el cambio de ese marco legislativo para conseguir la protección total del lobo ibérico en toda la Península.

 

HAZ CLICK AQUI PARA VER LA CARTA DE LA FISCALÍA EN PDF

 

El equipo de Lobo Marley

MATAR LOBOS PARA NADA

Esta semana se ha producido una noticia pésima para la conservación de la naturaleza en nuestro país. En un nuevo ejercicio de irresponsabilidad y demagogia, la Junta de Castilla y León ha autorizado la muerte de un cuarto ejemplar de lobo ibérico en la provincia de Zamora al sur del Duero.

Las razones aducidas por la Consejería de Medio Ambiente y por la Delegación de Zamora demuestran la ignorancia o la voluntad de ignorar las razones por las cuales el lobo goza de protección estricta en esa zona. El delegado territorial de Zamora, Alberto Castro, del PP, se congratulaba este jueves de que habiendo recibido la autorización de la junta, ahora podrían “continuar con este control de la densidad de población de lobo” para minimizar los daños a las explotaciones ganaderas.

La matanza de cuatro ejemplares en Zamora sin duda implicaría un daño grave a la ya mermada variabilidad genética de la población de lobo al sur del Duero, donde de producirse esta nueva muerte se sumaría un total de ocho en lo que va de año, contando con las ocurridas en las provincias de Salamanca (dos) y Ávila (otras dos). Pero además la condición arbitraria y no selectiva de estas muertes tiene una consecuencia inmediata sobre las explotaciones ganaderas y es precisamente el aumento del riesgo de ataques, al sumir las manadas en el caos y menguar su capacidad para la caza de sus presas salvajes naturales. No olvidemos que uno de los ejemplares abatidos en Zamora este año fue precisamente la hembra reproductora de su manada, un individuo cuya desaparición tiene el efecto más desestabilizador en la manada. Éstos son hechos demostrados, pero por si hiciese falta alguna prueba adicional basta con comprobar la nula efectividad de las muertes de lobo previas, que de hecho han resultado directamente contraproducentes.

Aparte de conseguir exactamente lo contrario de lo que pretenden, estas autorizaciones van contra el espíritu y la letra de la legislación europea, pero las autoridades regionales parecen confiar en que el curso de cualquier denuncia ante Bruselas sea lo bastante lento y obstaculizado como para entre tanto cosechar los beneficios en forma de votos locales. Es un ejemplo más de la mentalidad cortoplacista de nuestras administraciones, pero en este caso destruyendo de manera ciega un elemento único de nuestro patrimonio natural.

Entre tanto, Lobo Marley ha tenido acceso a un documento revelador en relación con este tema. Una reportera ha llevado a cabo en fechas recientes un reportaje sobre la ganadería en Zamora, centrado en la explotación de ovino de San Miguel de la Ribera, que precisamente fue la causante de dos de las autorizaciones previas de muertes de lobos al sur del Duero.

Se trata de un reportaje neutral que da voz a los propietarios de la explotación para que cuenten libremente sus puntos de vista, pero después de visionarlo nos hemos quedado boquiabiertos ante el nivel de desconocimiento de los criterios básicos de convivencia con la fauna silvestre y la indolencia absoluta ante la necesidad de tomar medidas preventivas. Pero tal vez lo más estremecedor de todo sea comprobar cómo la Junta de Castilla y León se ha convertido en cómplice de esta negligencia y de hecho ha agravado sus consecuencias con sus intervenciones. Os invitamos a ver este vídeo de manera desprejuiciada y sacar vuestras propias conclusiones. Creemos que las evidencias hablan por sí mismas.

El equipo de Lobo Marley.

MENOS LOBOS, SEÑOR PRESIDENTE

¿Quién no recuerda al primo de Rajoy, aquél que dijo que si los científicos no podían predecir ni el tiempo que iba a hacer al día siguiente en Sevilla, mal podrían predecir cambios en el clima? El comentario hizo titulares, pues era cuanto necesitaba nuestro actual presidente para negar la existencia del cambio climático, ese fenómeno que ocho años después, con motivo de la cumbre de París, él mismo llamaría “el mayor reto medioambiental”.

Por desgracia, el desconocimiento de la ciencia en el mundo político no es algo excepcional, y si no baste con repasar el repertorio de declaraciones del recién electo presidente Trump sobre temas ambientales. Hace poco otro presidente, en este caso el del Principado de Asturias, se ha ufanado durante el Debate de Orientación Política de que “nunca hubo un ejecutivo tan decidido contra el exceso de población de lobos” como el suyo. Con esta declaración obviamente busca el favor del sector ganadero que reclama más muertes de lobos, pero la idea misma de un “exceso de población de lobos” es un contrasentido científico. La limitación natural de las poblaciones de los grandes carnívoros es uno de los conceptos fundamentales de la ecología. En los años ochenta circulaba un libro de divulgación ecológica de Colin Delinvaux cuyo título lo decía todo: “¿Por qué son escasas las fieras?”. Pero antes aún, en los setenta, los niños de mi generación leíamos con avidez la enciclopedia Salvat de la Fauna, donde se explicaba con amenos gráficos la estructura de la pirámide trófica, algo tan elemental que por respeto a la inteligencia y al tiempo del lector me niego a explicar aquí. Pero la conclusión es obvia: no puede haber tal cosa como una “plaga” de lobos: si algo ha aumentado desproporcionadamente en los montes seguramente sea la presencia de ganado no custodiado.

Pero, ¿cómo hemos caído tan bajo en el reconocimiento de las realidades científicas? Declaraciones como las que nos ocupan no son anécdotas, sino síntomas de un negacionismo ambiental generalizado, que cobró fuerza a finales del siglo XX. Ya entonces la población veía con impotencia y creciente angustia la incapacidad de los gobiernos para resolver los problemas ecológicos. Esto es un caldo de cultivo para el escapismo, porque es difícil enfrentar la realidad cada día cuando no hay soluciones a la vista, y el ciudadano de a pie en el fondo desea que le digan que la vida puede continuar como siempre porque de algún modo “todo irá bien”. ¿Qué más podían querer los intereses que se benefician de la destrucción ambiental? Allá por los años noventa algún periodista con ingenio de andar por casa acuñó el término “ecologeta”, que denotaba un giro nada casual en la percepción social del conservacionismo. Si los protectores del medio ambiente, hasta entonces percibidos como defensores del bien común, podían ya ser vistos como villanos, entonces entrábamos en un mundo de relativismo moral, caracterizado por la total ausencia de responsabilidad. Bienvenidos al imperio del negacionismo, donde no existe el cambio climático, ni la crisis de biodiversidad, ni la del agua potable, ni la bomba demográfica. Aquí podemos derrochar todos los recursos que nuestro bolsillo pueda pagar, porque todo se arreglará sólo con que dejemos funcionar a los mercados.

Actitudes como la del ejecutivo asturiano no son menos graves que negar el cambio climático. Seguir usando al lobo como chivo expiatorio es muestra de ceguera ante los problemas de la biodiversidad, de la cual el lobo es símbolo y guardián, pero también de ignorancia ante los problemas reales de la ganadería, o bien de total falta de intención de solucionarlos. Y es que aunque mañana el ejecutivo ejecutase a todos los lobos asturianos, los males de la ganadería serían igual de acuciantes que hoy, y de paso, se habría añadido otro agravio medioambiental a la larga lista que nos aqueja. Y entre tanto, la producción de carne se encuentra en una coyuntura por la que ya han pasado otros sectores: por un lado, llevamos años subvencionando la producción de excedentes de difícil acomodo en un mercado saturado por mercancías importadas a precios ridículos; por otro lado, diversas organizaciones internacionales nos advierten de que el consumo de carnes rojas y lácteos debe reducirse en los países occidentales por el bien de nuestra salud. Y además la proporción de tierras que se dedican a alimentar al ganado es insostenible, por no mencionar la contribución de la ganadería a los gases de efecto invernadero.

Nos guste o no, todos estos elementos apuntan en una dirección: el futuro va a deparar ajustes importantes en el sector ganadero, y esto es algo que tanto la administración como los sindicatos del ramo deberían reconocer y enfrentar, por el bien de las personas que viven de esa actividad. Pero en cambio lo que hacen es distraerlas agitando el espantajo del lobo y presentando a los conservacionistas como el enemigo a combatir. Y mientras los líderes perpetúan falsedades por interés propio, algunos seguidores se muestran casi demasiado dispuestos a creerlas.

Hay una faceta psicológica de esta negación de la realidad que va más allá de sus aspectos prácticos. Hace años lo definió magistralmente Ramón Grande del Brío en su libro más conocido, donde decía que sólo una sociedad patológica puede plantearse friamente el exterminio de una especie como el lobo ibérico. Y la patología de nuestra sociedad no es otra que la muerte de la sensibilidad, el embrutecimiento programado de la población para favorecer los intereses de una minoría cuyas vidas seguramente son menos envidiables de lo que imaginamos. Aquél libro, “El Lobo Ibérico”, se publicó en la misma colección que “Por qué son escasas las fieras”, colección que marcaba una época en la que divulgar los conceptos básicos de la ecología se consideraba una obligación cultural. Después vendrían los negacionismos diversos, pero ahora la información está en todas partes, y es casi tan fácil de encontrar como las mentiras. Hoy como ayer un buen libro de divulgación es nuestro mejor aliado para saber qué suelo pisamos. No esperemos a que nos cuente la ciencia el primo de Rajoy o quien sea que haya asesorado al presidente del Principado, porque la realidad del mundo natural es bastante más interesante que los cuentos que ellos nos cuentan. Así que por favor, menos lobos, señor presidente, menos demagogia y más ciencia.

 

Mauricio Antón

Vicepresidente de Lobo Marley

VIAJE AL PAÍS DE LOS LOBOS PINTADOS

wild-dog-and-zebra-chobe-2016-2-low-res14 de agosto de 2016. Es el último día de nuestro viaje por el norte de Botswana y recorremos la llanura de inundación del río Chobe con las primeras luces de la mañana. De repente nuestro guía detiene el vehículo y señala un punto en la pradera: “¡Licaones!”. La cháchara casual entre los compañeros de viaje se silencia de inmediato: la sola mención de estos depredadores agudiza nuestra atención y dispara la adrenalina. Efectivamente, un pequeño grupo de cánidos viene trotando en la lejanía, y sus formas se van definiendo poco a poco.

El licaón es la versión africana del lobo: un cánido poderoso, sociable, y especializado en la caza de grandes presas. Su pelaje, que le ha valido el nombre de “lobo pintado”, es prieto como el de un galgo, y está decorado con un patrón de parches dorados, negros y rojizos, distinto en cada individuo, pero siempre rematado por una llamativa cola blanca. Sus poblaciones han experimentado un retroceso alarmante en toda su área de distribución, pero por suerte cuentan en Botswana con un auténtico bastión.

Nuestros licaones trotan sin esfuerzo aparente y con cada segundo están más cerca de nosotros. A través de los prismáticos apreciamos sus estómagos llenos y sus cabezas y cuellos manchados de sangre, señales inequívocas de una matanza reciente. Otros animales de la sabana también se han percatado: primero vemos un chacal que trota prudentemente en dirección opuesta a los licaones, y en seguida aparece una hiena manchada, menos recatada, corriendo al galope tendido. Según avanzan por la llanura los licaones pasan frente a una manada de cebras, que los miran con tanta atención como nosotros, pero que no huyen. Sin duda ellas también notan que estos carnívoros acaban de comer, y por tanto no derrochan energía en una estampida. Pero entonces tres cebras adultas hacen algo extraordinario: se separan de la manada formando un pequeño destacamento, y se dirigen hacia los licaones con un trote decidido; evidentemente quieren mantener a los cánidos alejados de la manada y de sus potros vulnerables. Los cánidos no desean enfrentarse a este trío formidable, y ponen tierra de por medio. Un licaón rezagado se apresura para alcanzar a sus compañeros y durante unos segundos crea la ilusión de estar persiguiendo a las cebras, pero éstas no pierden en ningún momento el control de la situación.

Cuando dejan atrás a las cebras, los licaones retoman su velocidad de crucero. Evidentemente se dirigen a su madriguera, donde regurgitarán parte de la comida para alimentar a los cachorros y a sus cuidadores. En su camino pasan a escasos metros de nosotros, y un ejemplar, sin cambiar el paso, nos dedica una mirada, breve pero suficiente para evaluarnos y de paso ponernos los pelos de punta. Sus ubres prominentes la señalan como la hembra alfa, líder de la manada y única reproductora. Finalmente el grupo abandona la llanura y se pierde de vista en las colinas, escoltados de nuevo por otra familia de cebras vigilantes. Nosotros nos dirigimos entonces al lugar de la matanza, y comprobamos que la hiena manchada, que se nos había adelantado, está dando buena cuenta de los despojos. Identificamos a la presa como un impala macho, un hermoso antilope del cual ya queda poco más que huesos, piel y cornamenta.

Durante los días anteriores habíamos observado varios rebaños de impalas y admirado su belleza y elegancia, y el triste final de este bonito antílope nos muestra sin paliativos la tragedia consustancial al orden natural de la sabana. Una cosa es saber que la vida en este planeta consiste en comer y no ser comido, y otra cosa es ver ese drama desarrollándose frente a nosotros, como parte de una inmersión sensorial sin intermediarios y sin anestesia. Las experiencias vividas en la sabana africana nos marcan profundamente, y por una buena razón: este ecosistema es la cuna de la humanidad, y nuestros sentidos y nuestra mente están sintonizados “de fábrica” a sus particulares frecuencias. Explorar una pradera salpicada de árboles acá y allá, atentos a todas las señales y peligros de la naturaleza, es una situación para la cual estamos configurados por defecto. Las diversas especies participan de una suerte de “redes sociales” de información, evaluando en cada momento las intenciones y procesos de los demás. Los humanos nos podemos integrar también a ese flujo, y entonces las horas pasan sin asomo de ese peligroso síndrome de la vida sedentaria al que llamamos aburrimiento. Así era la vida de nuestros antepasados en el Pleistoceno, pero hoy, cuando visitamos la sabana llegados desde el mundo “civilizado”, los dramas de la vida salvaje tienen sobre nosotros un impacto casi traumático: es como abrir una compuerta y asomarnos de repente a la sala de máquinas de la naturaleza. Nos damos cuenta de que las ruedas que mueven esa maquinaria gigantesca son las mismas en cualquier lugar de la Tierra, y esta conciencia nos devuelve el sentido de la proporción y de la responsabilidad de nuestros actos.

Presenciar el triunfo de los licaones en la lucha por la supervivencia nos alecciona, pero también libera nuestra mente de pesos muertos. Muchas de las cosas que nos agobian en el día a día palidecen ante este recordatorio de los mecanismos básicos de la vida. Tras experimentar la sabana en toda su crudeza, nos asombra que alguien se pueda todavía amargar por mantener un pulso social cuyo ridículo objetivo es no quedar por debajo del vecino. Y es que la naturaleza salvaje es la medicina de la psique, el antídoto contra esta demencia competitiva en la que vivimos inmersos y que está llevando a la sociedad al borde del abismo. Semejante medicina tiene un valor incalculable, y hay países que ya lo reconocen. Los lobos pintados de África forman parte de un patrimonio que en la economía de Botswana va ganando terreno a los diamantes, y la decisión de ese país de prohibir la caza de trofeos forma parte de esa toma de conciencia. Cada visitante que experimenta la sabana no sólo ha contribuido a la economía africana, sino que vuelve a su vida cotidiana como un embajador de la naturaleza, un poco más inmunizado frente a la presión de un consumismo ciego propiciado por la sensación de insignificancia y el aburrimiento que lastran a nuestra civilización.

Por mi parte, cuando regreso a tierras ibéricas pienso que no sólo la naturaleza africana, sino también la más próxima, tienen el potencial de enderezar la mente humana. El lobo ibérico aún ha de hacer por nuestro país lo que los lobos pintados están haciendo por Botswana: formar parte de un proceso de reconciliación de la sociedad con la naturaleza. Los grandes depredadores completan los procesos ecológicos, y un espacio natural que los contenga no sólo es saludable, sino también educativo, y capaz de darnos perspectiva, algo urgente en un mundo que padece de una miopía mental de muchas dioptrías. Claro que los lobos no pueden hacerlo solos: bastante tienen con sobrevivir cada día. Los cambios son posibles y los ejemplos están a la vista, pero sólo con la presión ciudadana será posible que nuestro país deje atrás actitudes medievales que están retrasando la puesta en valor de un patrimonio de primera magnitud como son nuestros lobos.

 

 

Mauricio Antón

Vicepresidente de Lobo Marley

SOBRE LOS ATAQUES DE LOBO EN SAN MIGUEL DE LA RIBERA

Todos recordamos el cuento del pastorcillo que gritaba “que viene el lobo”, y su sencilla moraleja: si faltamos a la verdad demasiado a menudo, al final nadie nos cree. Pero ahora que el lobo se ha convertido en sinónimo de ayudas económicas, el cuento toma otro cariz, y tergiversar la verdad una y otra vez puede ser perversamente rentable. En el caso de los ataques de este verano en San Miguel de la Ribera (Zamora), parece que el cuento le está saliendo a cuenta a unos en votos, a otros en afiliaciones y a otros en euros, pero los ciudadanos y nuestro patrimonio natural estamos perdiendo de manera escandalosa.

Una explotación ganadera de esta localidad viene denunciando ataques de lobo desde el pasado mes de julio, con una reiteración cuando menos extraña. San Miguel de la Ribera se encuentra al sur del Duero donde el lobo es especie estrictamente protegida, pero las denuncias del ganadero, apoyadas por un sindicato del ramo, bastaron para que la administración de Castilla y León ordenase la muerte de un lobo, una medida excepcional que requeriría el cumplimiento de condiciones muy estrictas, como certificar que los ataques provienen de lobos y no de perros (ya sean éstos asilvestrados o no), y demostrar que la explotación contaba con las medidas preventivas razonables. Igualmente debería demostrarse que el ejemplar que se abate es realmente el causante de los daños, ya que estas medidas están supuestamente encaminadas a eliminar ejemplares “conflictivos”.

No sabemos si se cumplieron tales requisitos, pero a los pocos días de la denuncia se eliminó un lobo (una hembra reproductora, para colmo), con tal celeridad que difícilmente hubo tiempo meterial para que se cumpliesen. No obstante, al poco tiempo se repitieron los ataques, pero en vez de levantar sospechas en la administración sobre las condiciones de la explotación (o sobre la eficacia de la medida tomada) dichos ataques motivaron que se aprobase la eliminación “exepcional” de otro lobo, que fue abatido en la segunda mitad de agosto, y de paso atrajeron considerable atención mediática. Lo interesante de esta cobertura mediática, que incluyó un reportaje televisivo sobre la explotación ganadera en cuestión, es que ha puesto en evidencia las condiciones de la misma. Los medios de comunicación tienen sobre algunas personas el efecto de desatar su locuacidad, y en este caso el cúmulo de despropósitos reflejados en las declaraciones e imágenes es llamativo.

Un punto aparentemente positivo es la presencia de mastines en la explotación, pero el propietario reconoce que los tiene atados porque “se salen a la gente”, y además ironiza diciendo que “cuando entran los lobos, los perros se hacen los dormidos”. También parecería positivo a priori el hecho de que la explotación está vallada, pero un vistazo a las imágenes de las instalaciones sugiere que las vallas no son ni de lejos adecuadas para impedir el paso de los lobos, lo que queda confirmado cuando el propietario admite que sus perros “salen a la gente”; al fin y al cabo, si las vallas no impiden a los perros salir, malamente impedirán a los lobos entrar. En cuanto a la obvia posibilidad de recluir al ganado en el interior de la nave, el propietario confiesa que no lo hizo porque le parecía “ un desbarajuste”, aunque parece un desabarajuste mucho mayor el desplegar los recursos de la junta para matar a dos lobos protegidos con el dinero del contribuyente. ¿Y qué hay del seguro preceptivo que cubriría los ataques de lobo? Nunca lo suscribió.

Estos detalles que llaman la atención del espectador casual deberían hacer que la administración ejercitase mayor precaución ante las demandas de la explotación ganadera, y le exigiese el cumplimiento de unas condiciones mínimas. Nosotros deseamos que no cedan a las presiones continuadas de la explotación y del sindicato de turno que piden todavía más controles letales, pero por desgracia, los precedentes son nefastos y en este momento todo parece posible.

La gravedad de estos hechos no se reduce a la pérdida que significa haber matado a dos lobos, incluyendo una hembra reproductora, en una zona donde su conservación es totalmente prioritaria. Lo que resulta más desalentador es comprobar que la administración mantiene una actitud de permisividad frustrante hacia el fraude, y que no sólo se salta la letra y el espíritu de la Directiva Hábitats sino que se gasta a la ligera el dinero de todos en satisfacer las demandas de explotaciones que obviamente no tienen especial intención de cumplir con su parte del pacto para la conservación del patrimonio natural.

Por otro lado, este episodio nos lleva a cuestionar una vez más la eficacia de los controles letales. Consumada la muerte de dos ejemplares, comprobamos claramente que no ha cumplido ninguno de sus supuestos objetivos:

1.- No se ha eliminado el problema de los ataques. De hecho, al matarse primero a la hembra reproductora se ha conseguido una desestructuración máxima de la manada, que, si acaso, aumenta las probabilidades de nuevos ataques, y además demuestra que la presunta condición “selectiva” de estas matanzas es pura ficción.

2.- No se ha moderado la hostilidad social hacia el lobo. En realidad, cuando la administración se muestra tan proclive a matar lobos y presenta esas muertes como la solución a todos los problemas, se está abonando la tendencia a exigir que se maten más y más.

Entre sus declaraciones, el propietario de la explotación de San Miguel de la Ribera exige sin rubor que no haya lobos o se los confine en reservas. Tales demandas son ilegales e inmorales y los actores involucrados en este desaguisado, desde los sindicatos y las explotaciones hasta la administración que les hace guiños permanentes, lo saben perfectamente, pero las usan como un elemento más de presión en el tira y afloja por los recursos del erario público. Esta miseria moral que sólo entiende las cosas en términos de dinero está radicalmente en contra del pundonor y la ética del oficio ancestral de la ganadería. Nada más lejos de nuestra intención que “criminalizar” a un sector al que siempre hemos respetado, y por eso pensamos que corresponde a la mayoría de ganaderos honestos el señalar a la minoría negligente y así limpiar el buen nombre de la profesión. De lo contrario se corre el riesgo de que la sociedad termine por no distinguir al pastorcillo que gritaba “que viene el lobo” de los que al menos esperan a ver antes de gritar.

 

 

El equipo de Lobo Marley